La Tribuna. Heraldo de Aragón. Hace unas semanas, se presentó en Zaragoza el Movimiento Hacia un Estado Laico (MHUEL) en un acto que recordaba el entusiasmo de las luchas de los años setenta. Por Antonio Piazuelo Plou, diputado socialista en las Cortes de Aragón.
EL pasado 14 de abril (¡fecha entrañable!) tuve la oportunidad de recibir un soplo de aire fresco. Asistí a la presentación de MHUEL —Movimiento Hacia Un Estado Laico—. Fueron dos horas rejuvenecedoras y gratificantes en muchos aspectos para mí, que he pasado de joven promesa a vieja gloria. Sin darme cuenta me transportó en el tiempo y me situó en una sala llena (gente de pie) de personas ilusionadas. Se les notaba la ilusión y el convencimiento de su presencia en el acto. Imagino que también a mí.
Me recordaban las reuniones de los setenta, cuando pedíamos, con el mismo entusiasmo de nuestras creencias democracia y autonomía. En este acto pedíamos laicismo con la misma emoción y las mismas creencias, porque sin la neutralidad del laicismo no hay democracia real. Y además, estábamos en este acto 'los mismos', por encima de legítimas opiniones políticas de cada uno.
Yo estaba a gusto, me encontraba cómodo porque estaba con los "míos"y allí y en ese acto, no solo eran Cid, Javier, Eduardo, Nelli, Ángela, etc., sino que allí eran ,míos', o yo de ellos, Ibeas, Luquin, Meyer, Martínez, etc., (no pudo estar José Antonio Labordeta). Lo que nos unía a todos era justamente el laicismo, idea fundamental en el desarrollo democrático que creo y quiero.
Además tuve el orgullo de estrechar la mano al doctor Luis Montes y agradecerle personalmente su lucha contra el pensamiento único personalizado esta vez en Esperanza Aguirre. Su batalla a favor del morir bien, morir voluntariamente, como decía Séneca, es también la batalla de todos nosotros, pues, según decía el mismo filósofo, dos veces muere el que a voluntad de otro muere.
Y como no puede haber libertad si no sabemos prescindir de la mordaza de una religión que, excediendo su papel de consuelo individual para quienes lo necesitan, pretende también dictar las leyes para todos, espero, deseo, que este movimiento adquiera toda la fuerza y presencia que necesitamos. Yo personalmente me pongo públicamente a su disposición. Y para empezar reivindico ya la derogación del Concordato, no solo por anticonstitucional, hoy es también reaccionario, atípico y degradante.
EL pasado 14 de abril (¡fecha entrañable!) tuve la oportunidad de recibir un soplo de aire fresco. Asistí a la presentación de MHUEL —Movimiento Hacia Un Estado Laico—. Fueron dos horas rejuvenecedoras y gratificantes en muchos aspectos para mí, que he pasado de joven promesa a vieja gloria. Sin darme cuenta me transportó en el tiempo y me situó en una sala llena (gente de pie) de personas ilusionadas. Se les notaba la ilusión y el convencimiento de su presencia en el acto. Imagino que también a mí.
Me recordaban las reuniones de los setenta, cuando pedíamos, con el mismo entusiasmo de nuestras creencias democracia y autonomía. En este acto pedíamos laicismo con la misma emoción y las mismas creencias, porque sin la neutralidad del laicismo no hay democracia real. Y además, estábamos en este acto 'los mismos', por encima de legítimas opiniones políticas de cada uno.
Yo estaba a gusto, me encontraba cómodo porque estaba con los "míos"y allí y en ese acto, no solo eran Cid, Javier, Eduardo, Nelli, Ángela, etc., sino que allí eran ,míos', o yo de ellos, Ibeas, Luquin, Meyer, Martínez, etc., (no pudo estar José Antonio Labordeta). Lo que nos unía a todos era justamente el laicismo, idea fundamental en el desarrollo democrático que creo y quiero.
Además tuve el orgullo de estrechar la mano al doctor Luis Montes y agradecerle personalmente su lucha contra el pensamiento único personalizado esta vez en Esperanza Aguirre. Su batalla a favor del morir bien, morir voluntariamente, como decía Séneca, es también la batalla de todos nosotros, pues, según decía el mismo filósofo, dos veces muere el que a voluntad de otro muere.
Y como no puede haber libertad si no sabemos prescindir de la mordaza de una religión que, excediendo su papel de consuelo individual para quienes lo necesitan, pretende también dictar las leyes para todos, espero, deseo, que este movimiento adquiera toda la fuerza y presencia que necesitamos. Yo personalmente me pongo públicamente a su disposición. Y para empezar reivindico ya la derogación del Concordato, no solo por anticonstitucional, hoy es también reaccionario, atípico y degradante.
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