Los obispos radicales imponen la línea hostil con el Gobierno. El cardenal Cañizares alega los "insultos y ofensas a la Iglesia" - La visita de los prelados al Papa destapa dos sensibilidades. JUAN G. BEDOYA - Madrid - 26/05/2008
Los obispos más radicales de la Conferencia Episcopal Española han impuesto sus tesis más beligerantes con el Gobierno y han dado por cerrada la aparente tregua tras la reelección de José Luis Rodríguez Zapatero. Con motivo de la fiesta religiosa del Corpus, los cardenales Antonio María Rouco y Antonio Cañizares arremetieron ayer contra "la tentación de declarar la muerte de Dios" y "el laicismo excluyente". Cañizares aseguró que en España se producen "grandes ataques" a la familia, negó que haya una "auténtica libertad religiosa" y denunció "los muchos insultos, agravios y ofensas que recibe la Iglesia". El cardenal calificó de "blasfema" una fiesta callejera del sábado en Toledo. Las dos sensibilidades en la cúpula de los obispos quedaron patentes en la visita que hicieron hace una semana al Papa.
Las relaciones con la Iglesia católica. El ala dura de la Conferencia Episcopal impone intransigencia frente al Gobierno. Los cardenales Rouco y Cañizares aprovechan la festividad del Corpus para denunciar que en España "no hay libertad religiosa" y que se quiere "declarar la muerte de Dios". JUAN G. BEDOYA - Madrid. EL PAÍS - España - 26-05-2008
La tregua entre el Gobierno socialista y la Iglesia católica, tras la reelección del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, es sólo una apariencia. Ayer lo dejaron claro los cardenales de Madrid, Antonio María Rouco, y de Toledo, Antonio Cañizares, con motivo de la festividad del Corpus Christi. El primero cree que existe una "fuerte tentación de declarar la muerte de Dios", y Cañizares siente que su iglesia soporta "insultos, ofensas y agravios", en un ambiente de falta de libertad religiosa y de "grandes ataques". El cardenal primado estaba indignado ayer por una representación teatral por las calles de Toledo, el día anterior, según él con graves mofas a la Virgen.
Éste es el ánimo con que las principales figuras del catolicismo español han regresado de Roma, donde despacharon el lunes pasado con Benedicto XVI y la Curia (gobierno) del Estado vaticano. También departieron larga y amigablemente con el embajador de España ante la Santa Sede, el socialista Francisco Vázquez.
Rouco preside la Conferencia Episcopal Española (CEE) desde el pasado 4 de marzo, cuando en una apretada elección -dos votos de diferencia- apeó del cargo al moderado obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, relegado ese día a la vicepresidencia. Un alto cargo del Vaticano, al informar del resultado de las votaciones, comentó: "La Conferencia Episcopal Española está ahora vere staccata" (realmente dividida).
Rouco se hizo acompañar a Roma del pleno del Comité Ejecutivo de la CEE, siete prelados en total, en un hecho sin precedentes. En circunstancias normales, esa audiencia se limita a una visita meramente protocolaria de la llamada terna de la CEE, casi siempre en sintonía, es decir, presidente, vicepresiente y portavoz-secretario general. Así fue en trienios anteriores. ¿Por qué la excepción, ahora? ¿Fue a petición de Rouco, o se le requirió desde el Vaticano?
Lo cierto es que la visita del pasado lunes fue polifónica. Asistieron, además de Rouco y su principal contrincante electoral, los también cardenales Lluis Martínez Sistach (Barcelona), Carlos Amigo (Sevilla) y Agustín García-Gasco (Valencia), además del arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro, y el prelado auxiliar de Madrid y portavoz, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino.
En teoría, pese a que, como suele decirse, nada se parece más a un obispo que otro obispo, de los siete presentes, tres pertenecen al ala moderada del episcopado y estarían por apaciguar las relaciones con el Ejecutivo socialita (Blázquez, Sistach y Amigo); los cardenales Rouco, Cañizares y García-Gasco son partidarios de la tensión y la crítica, y el séptimo ejecutivo, Carlos Osoro, estaría en posiciones intermedias, por carácter personal y por circunstancias presentes e históricas de su agitada diócesis -sus predecesores fueron dos aperturistas ex presidentes de la CEE, el cardenal Enrique y Tarancón y el arzobispo Diaz Merchán-.
Pese al mutismo público de los participantes, no han faltado informaciones sobre lo tratado en Roma el lunes pasado. El Papa sigue muy preocupado por la deriva laicista que impulsa el Gobierno Zapatero, según Roma, por el riesgo de contagio al resto de Europa, pero invitó a sus interlocutores "a la comunión, a la urgencia evangelizadora, a una postura inteligente en la pluralidad, a un respeto ante la sana laicidad y a un estilo evangélico cuando haya que hacer la oportuna denuncia profética", en palabras del sacerdote Juan Rubio, director de la revista católica Vida Nueva, editada por la congregación marianista.
Algunos de los prelados presentes habían desvelado sus estrategias antes de verse con Benedicto XVI. Es el caso de Cañizares, conocido amistosamente como el pequeño Ratzinger desde antes de que el cardenal alemán accediera al Pontificado. "Tratan de erradicar nuestras raíces cristianas más propias", dijo cuando el Gobierno anunció hace tres semanas la próxima reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa "para avanzar hacia la laicidad".
No opina distinto el cardenal Rouco, aunque lo exprese con sutileza. Ayer habló, refiriéndose a España, de la importancia de la "comunión con la Iglesia" en tiempos de tentaciones a "declarar la muerte de Dios con fatales consecuencias para el hombre".
La chispa prendió en Toledo. Los socialistas apoyan "la libertad de creer y de no creer", y el PP critica "cualquier agresión" a la religión. A. D. / N. J. / P. X. S. - Madrid. EL PAÍS - España - 26-05-2008
Un pasacalles festivo la víspera del Corpus, contratado por el Ayuntamiento de Toledo (PSOE), fue el desencadenante del enfado del cardenal arzobispo Antonio Cañizares, que acusó al Gobierno de no respetar la libertad religiosa y al desfile de "agredir la fiesta del cuerpo de Cristo".
Ni el Ejecutivo ni el PSOE quisieron pronunciarse oficialmente sobre su homilía. Sí lo hizo el responsable de Libertades de los socialistas, Álvaro Cuesta, quien señaló: "Si lo que se pide es que el Estado haga de gendarme de la creencia religiosa católica, eso es imposible. El Estado tiene que preservar la libertad, la de creer y la de no creer, pero nada más".
La presidenta regional del PP, María Dolores de Cospedal, que presenció la procesión desde los balcones de la Delegación del Gobierno, dijo que cualquier agresión contra un credo, sea el que sea, "es digna de crítica". La portavoz popular en el Ayuntamiento de Toledo, Paloma Barredo, aseguró que van "a pedir explicaciones" y el expediente de la contratación del espectáculo "para saber lo que ha ocurrido para que haya habido esta censura tan fuerte por parte del cardenal". Barredo calificó la homilía de Cañizares de "grave". "No era sólo el cardenal, todos los que le rodeaban estaban muy indignados". "Hay que respetar la libertad de todos". Barredo destacó que "el Corpus en Toledo es un tema muy delicado. Es nuestra gran fiesta. Hay mucha sensibilidad religiosa".
Desde el Ayuntamiento de Toledo, un portavoz del alcalde, el socialista Emiliano García-Page, consideró que monseñor Cañizares "debía de estar enfadado por alguna otra cosa" para decir lo que dijo. "Había unas alegorías de la Virgen que no podían resultar ofensivas. Parece ser que les ha ofendido la representación en general", declaró.
La contratación de la representación alegórica no tuvo ninguna intención, aseguran en el Ayuntamiento toledano. En cuanto a que la Iglesia lo critique, les parece una opinión más. "Otra cosa es lo que al cardenal le haya llegado, porque él no lo vio", declaró ayer un portavoz.
El coordinador general de IU, Gaspar Llamazares, denunció "los muchos insultos, agravios y ofensas que está recibiendo la Iglesia", como "la típica declaración de un nostálgico del nacionalcatolicismo" que confunde la aconfesionalidad del Estado con "libertinaje religioso" y que responde a "una concepción del Estado preconstitucional". "Se quejan de vicio", añadió. "Ningún Gobierno, tampoco el anterior, ha dado un paso sustancial para separar la Iglesia del Estado. Vivimos en un estado seudoaconfesional. Todo esto me parecen quejas preventivas para mantener sus privilegios, y les funciona muy bien".
Los obispos más radicales de la Conferencia Episcopal Española han impuesto sus tesis más beligerantes con el Gobierno y han dado por cerrada la aparente tregua tras la reelección de José Luis Rodríguez Zapatero. Con motivo de la fiesta religiosa del Corpus, los cardenales Antonio María Rouco y Antonio Cañizares arremetieron ayer contra "la tentación de declarar la muerte de Dios" y "el laicismo excluyente". Cañizares aseguró que en España se producen "grandes ataques" a la familia, negó que haya una "auténtica libertad religiosa" y denunció "los muchos insultos, agravios y ofensas que recibe la Iglesia". El cardenal calificó de "blasfema" una fiesta callejera del sábado en Toledo. Las dos sensibilidades en la cúpula de los obispos quedaron patentes en la visita que hicieron hace una semana al Papa.
Las relaciones con la Iglesia católica. El ala dura de la Conferencia Episcopal impone intransigencia frente al Gobierno. Los cardenales Rouco y Cañizares aprovechan la festividad del Corpus para denunciar que en España "no hay libertad religiosa" y que se quiere "declarar la muerte de Dios". JUAN G. BEDOYA - Madrid. EL PAÍS - España - 26-05-2008
La tregua entre el Gobierno socialista y la Iglesia católica, tras la reelección del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, es sólo una apariencia. Ayer lo dejaron claro los cardenales de Madrid, Antonio María Rouco, y de Toledo, Antonio Cañizares, con motivo de la festividad del Corpus Christi. El primero cree que existe una "fuerte tentación de declarar la muerte de Dios", y Cañizares siente que su iglesia soporta "insultos, ofensas y agravios", en un ambiente de falta de libertad religiosa y de "grandes ataques". El cardenal primado estaba indignado ayer por una representación teatral por las calles de Toledo, el día anterior, según él con graves mofas a la Virgen.
Éste es el ánimo con que las principales figuras del catolicismo español han regresado de Roma, donde despacharon el lunes pasado con Benedicto XVI y la Curia (gobierno) del Estado vaticano. También departieron larga y amigablemente con el embajador de España ante la Santa Sede, el socialista Francisco Vázquez.
Rouco preside la Conferencia Episcopal Española (CEE) desde el pasado 4 de marzo, cuando en una apretada elección -dos votos de diferencia- apeó del cargo al moderado obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, relegado ese día a la vicepresidencia. Un alto cargo del Vaticano, al informar del resultado de las votaciones, comentó: "La Conferencia Episcopal Española está ahora vere staccata" (realmente dividida).
Rouco se hizo acompañar a Roma del pleno del Comité Ejecutivo de la CEE, siete prelados en total, en un hecho sin precedentes. En circunstancias normales, esa audiencia se limita a una visita meramente protocolaria de la llamada terna de la CEE, casi siempre en sintonía, es decir, presidente, vicepresiente y portavoz-secretario general. Así fue en trienios anteriores. ¿Por qué la excepción, ahora? ¿Fue a petición de Rouco, o se le requirió desde el Vaticano?
Lo cierto es que la visita del pasado lunes fue polifónica. Asistieron, además de Rouco y su principal contrincante electoral, los también cardenales Lluis Martínez Sistach (Barcelona), Carlos Amigo (Sevilla) y Agustín García-Gasco (Valencia), además del arzobispo de Oviedo, Carlos Osoro, y el prelado auxiliar de Madrid y portavoz, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino.
En teoría, pese a que, como suele decirse, nada se parece más a un obispo que otro obispo, de los siete presentes, tres pertenecen al ala moderada del episcopado y estarían por apaciguar las relaciones con el Ejecutivo socialita (Blázquez, Sistach y Amigo); los cardenales Rouco, Cañizares y García-Gasco son partidarios de la tensión y la crítica, y el séptimo ejecutivo, Carlos Osoro, estaría en posiciones intermedias, por carácter personal y por circunstancias presentes e históricas de su agitada diócesis -sus predecesores fueron dos aperturistas ex presidentes de la CEE, el cardenal Enrique y Tarancón y el arzobispo Diaz Merchán-.
Pese al mutismo público de los participantes, no han faltado informaciones sobre lo tratado en Roma el lunes pasado. El Papa sigue muy preocupado por la deriva laicista que impulsa el Gobierno Zapatero, según Roma, por el riesgo de contagio al resto de Europa, pero invitó a sus interlocutores "a la comunión, a la urgencia evangelizadora, a una postura inteligente en la pluralidad, a un respeto ante la sana laicidad y a un estilo evangélico cuando haya que hacer la oportuna denuncia profética", en palabras del sacerdote Juan Rubio, director de la revista católica Vida Nueva, editada por la congregación marianista.
Algunos de los prelados presentes habían desvelado sus estrategias antes de verse con Benedicto XVI. Es el caso de Cañizares, conocido amistosamente como el pequeño Ratzinger desde antes de que el cardenal alemán accediera al Pontificado. "Tratan de erradicar nuestras raíces cristianas más propias", dijo cuando el Gobierno anunció hace tres semanas la próxima reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa "para avanzar hacia la laicidad".
No opina distinto el cardenal Rouco, aunque lo exprese con sutileza. Ayer habló, refiriéndose a España, de la importancia de la "comunión con la Iglesia" en tiempos de tentaciones a "declarar la muerte de Dios con fatales consecuencias para el hombre".
La chispa prendió en Toledo. Los socialistas apoyan "la libertad de creer y de no creer", y el PP critica "cualquier agresión" a la religión. A. D. / N. J. / P. X. S. - Madrid. EL PAÍS - España - 26-05-2008
Un pasacalles festivo la víspera del Corpus, contratado por el Ayuntamiento de Toledo (PSOE), fue el desencadenante del enfado del cardenal arzobispo Antonio Cañizares, que acusó al Gobierno de no respetar la libertad religiosa y al desfile de "agredir la fiesta del cuerpo de Cristo".
Ni el Ejecutivo ni el PSOE quisieron pronunciarse oficialmente sobre su homilía. Sí lo hizo el responsable de Libertades de los socialistas, Álvaro Cuesta, quien señaló: "Si lo que se pide es que el Estado haga de gendarme de la creencia religiosa católica, eso es imposible. El Estado tiene que preservar la libertad, la de creer y la de no creer, pero nada más".
La presidenta regional del PP, María Dolores de Cospedal, que presenció la procesión desde los balcones de la Delegación del Gobierno, dijo que cualquier agresión contra un credo, sea el que sea, "es digna de crítica". La portavoz popular en el Ayuntamiento de Toledo, Paloma Barredo, aseguró que van "a pedir explicaciones" y el expediente de la contratación del espectáculo "para saber lo que ha ocurrido para que haya habido esta censura tan fuerte por parte del cardenal". Barredo calificó la homilía de Cañizares de "grave". "No era sólo el cardenal, todos los que le rodeaban estaban muy indignados". "Hay que respetar la libertad de todos". Barredo destacó que "el Corpus en Toledo es un tema muy delicado. Es nuestra gran fiesta. Hay mucha sensibilidad religiosa".
Desde el Ayuntamiento de Toledo, un portavoz del alcalde, el socialista Emiliano García-Page, consideró que monseñor Cañizares "debía de estar enfadado por alguna otra cosa" para decir lo que dijo. "Había unas alegorías de la Virgen que no podían resultar ofensivas. Parece ser que les ha ofendido la representación en general", declaró.
La contratación de la representación alegórica no tuvo ninguna intención, aseguran en el Ayuntamiento toledano. En cuanto a que la Iglesia lo critique, les parece una opinión más. "Otra cosa es lo que al cardenal le haya llegado, porque él no lo vio", declaró ayer un portavoz.
El coordinador general de IU, Gaspar Llamazares, denunció "los muchos insultos, agravios y ofensas que está recibiendo la Iglesia", como "la típica declaración de un nostálgico del nacionalcatolicismo" que confunde la aconfesionalidad del Estado con "libertinaje religioso" y que responde a "una concepción del Estado preconstitucional". "Se quejan de vicio", añadió. "Ningún Gobierno, tampoco el anterior, ha dado un paso sustancial para separar la Iglesia del Estado. Vivimos en un estado seudoaconfesional. Todo esto me parecen quejas preventivas para mantener sus privilegios, y les funciona muy bien".
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