Justificar lo injustificable. Si la CHA se opone a que Escrivá de Balaguer tenga una calle en Zaragoza no es por motivos ideológicos, sino históricos. Por Juan Martín Expósito, portavoz de la CHA en el Ayuntamiento de Zaragoza. LA TRIBUNA. Heraldo de Aragón
CONFIESO que sigo anonadado por las razones del alcalde Belloch para dar una calle a Escrivá de Balaguer. Cuanto más se empeña en justificar lo injustificable más tierra se echa encima y más corrobora la opinión, en contra, de la gente de izquierdas, avergonzada por lo que ha hecho.
Belloch comete un error al intentar ligar la figura de Escrivá a una ideología. CHA no se opone a que una calle lleve su nombre por su vinculación a una supuesta ideología, sino por razones históricas que intentaré desgranar. No hay que ser especialista para saber que el fundador del Opus Dei fue el ideólogo que convirtió el discurso caduco falangista de los primeros tiempos, tras la Guerra Civil, en un movimiento que sacó al régimen franquista del aislamiento internacional. Para ello nutrió de cuadros al franquismo y logró que perviviera impulsando el desarrollismo de los años sesenta, así como una clase media que sustentó los 'cambios'.
No tengo nada contra el Opus Dei. Allá cada cual con sus creencias, con su religión y con la manera de vivir su vida. Pero no podemos permitir que se manipule la historia y se `premie' el reconocimiento de una calle a quien favoreció y apoyó un régimen político que pisoteó los derechos fundamentales de miles de españoles. Evidentemente Escrivá murió antes de que se restableciera la democracia; pero de haberlo querido hubiera luchado para que Franco y el franquismo dejaran de ejecutar penas de muerte o llevar a la cárcel a cientos de personas cuyo pensamiento era considerado altamente peligroso. De haberlo deseado, hubiera luchado para que la democracia se restableciera en España, pero... eso hubiera supuesto perder sus prebendas y su influencia ideológica y moral en toda una sociedad. Esta es la realidad, aunque Belloch quiera ocultarla para justificar que un socialista, en plena democracia, ha dado una calle al ideólogo de Franco.
La tolerancia y la amplitud de miras que dice Belloch que hay que tener al dar nombres a las calles la hemos demostrado al consensuar los de 43 calles con personas de todas las ideologías y credos. En este consenso hemos demostrado cómo se construye una ciudad para todas las personas que viven en ella. Lo que sí debería tener en cuenta un alcalde es que en la Zaragoza abierta, de todos y todas que propugna, no caben los cómplices del autoproclamado elegido por Dios para salvar a España. Pero Belloch ya no razona.
CONFIESO que sigo anonadado por las razones del alcalde Belloch para dar una calle a Escrivá de Balaguer. Cuanto más se empeña en justificar lo injustificable más tierra se echa encima y más corrobora la opinión, en contra, de la gente de izquierdas, avergonzada por lo que ha hecho.
Belloch comete un error al intentar ligar la figura de Escrivá a una ideología. CHA no se opone a que una calle lleve su nombre por su vinculación a una supuesta ideología, sino por razones históricas que intentaré desgranar. No hay que ser especialista para saber que el fundador del Opus Dei fue el ideólogo que convirtió el discurso caduco falangista de los primeros tiempos, tras la Guerra Civil, en un movimiento que sacó al régimen franquista del aislamiento internacional. Para ello nutrió de cuadros al franquismo y logró que perviviera impulsando el desarrollismo de los años sesenta, así como una clase media que sustentó los 'cambios'.
No tengo nada contra el Opus Dei. Allá cada cual con sus creencias, con su religión y con la manera de vivir su vida. Pero no podemos permitir que se manipule la historia y se `premie' el reconocimiento de una calle a quien favoreció y apoyó un régimen político que pisoteó los derechos fundamentales de miles de españoles. Evidentemente Escrivá murió antes de que se restableciera la democracia; pero de haberlo querido hubiera luchado para que Franco y el franquismo dejaran de ejecutar penas de muerte o llevar a la cárcel a cientos de personas cuyo pensamiento era considerado altamente peligroso. De haberlo deseado, hubiera luchado para que la democracia se restableciera en España, pero... eso hubiera supuesto perder sus prebendas y su influencia ideológica y moral en toda una sociedad. Esta es la realidad, aunque Belloch quiera ocultarla para justificar que un socialista, en plena democracia, ha dado una calle al ideólogo de Franco.
La tolerancia y la amplitud de miras que dice Belloch que hay que tener al dar nombres a las calles la hemos demostrado al consensuar los de 43 calles con personas de todas las ideologías y credos. En este consenso hemos demostrado cómo se construye una ciudad para todas las personas que viven en ella. Lo que sí debería tener en cuenta un alcalde es que en la Zaragoza abierta, de todos y todas que propugna, no caben los cómplices del autoproclamado elegido por Dios para salvar a España. Pero Belloch ya no razona.
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