Primero cayeron los intermediarios, en especial los nacidos y consolidados con el boom de los noventa, empresas tan aparentemente seguras en sus nichos de mercado como Expofinques y Fincas Corral. Más tarde han capitulado ante los bancos grupos tan veteranos como Habitat o Metrovacesa, lo que demuestra que no son los genes heredados lo que asegura el éxito en los negocios. Los Figueras, Suñol o Sanahuja se las arreglaron en el siglo pasado para sobrellevar toda clase de crisis. Sin embargo, sus vástagos no han podido escapar al tsunami financiero, pillados en esa trampa que se llama deuda y aquejados de delirio por ganar una dimensión que debía permitirles hablar de tú a tú con sus homólogos madrileños. La lista puede ser más larga. Hay en ella empresas aparentemente mimadas por la banca, pero que tienen dificultades para salir del coma, como Colonial; compañías que pensaron que habían descubierto el nuevo Eldorado en Brasil, como el Grupo Sánchez, o artefactos de reciente creación como AISA.
Cómo cambian los tiempos. ¡Y a qué velocidad! Antes los ciclos empresariales parecían durar una generación. Cuando en la primera mitad de la década de los setenta los hombres del totxo desbancaron del palco del FC Barcelona a los patricios empobrecidos del textil, aquello parecía que iba a durar cien años. Duró sólo treinta, ¡que comparados con lo que ocurre en la actualidad parecen una eternidad! Porque lo único seguro es que, una vez la crisis amaine, de lo levantado en los últimos veinte años en el sector inmobiliario no va a quedar nada. Bueno, sólo toneladas y toneladas de literatura concursal.
Cómo cambian los tiempos. ¡Y a qué velocidad! Antes los ciclos empresariales parecían durar una generación. Cuando en la primera mitad de la década de los setenta los hombres del totxo desbancaron del palco del FC Barcelona a los patricios empobrecidos del textil, aquello parecía que iba a durar cien años. Duró sólo treinta, ¡que comparados con lo que ocurre en la actualidad parecen una eternidad! Porque lo único seguro es que, una vez la crisis amaine, de lo levantado en los últimos veinte años en el sector inmobiliario no va a quedar nada. Bueno, sólo toneladas y toneladas de literatura concursal.
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