Javier Marías, a quien leo con agrado y con quien suelo coincidir en opiniones, insiste en su artículo "Los exterminadores de toros" en censurar el afán dictatorial prohibicionista reinante en algunos ambientes fundamentalistas. Efectivamente, cunden neoconversos de variadas creencias anti-lo-que-sea que tratan constantemente de ilegalizar a sus "infieles" o "herejes". Los ejemplos más claros los encontramos en la jerarquía ultracatólica, en los nacionalistas (de cualquier patria) y en otros extremistas.
Los animalistas han provocado históricamente episodios de alocado terrorismo: liberando visones de sus granjas o animales de laboratorio, provocando desastres medioambientales y riesgos biológicos al grito de ¡Abajo la vivisección! También protestan vertiendo pintura sobre carísimos abrigos de pieles o últimamente desnudándose y rociándose con sangre en sensacionalistas performances para la prensa. (campañas de P.E.T.A.)
Surgen cantidad de preguntas como las que se formula Javier Marías: "¿No será peor el remedio..? " Es muy loable promover el trato ético a los animales pero... quizá causen la extinción del toro bravo español. Otra paradoja se da en el negocio-deporte de la caza que, aunque mata, también fomenta la cría y preservación de la fauna, más o menos silvestre, en cotos y reservas.
Me asombra que nadie se cuestione el mayor experimento genético llevado a cabo por la especie humana sin traza ética alguna y digno del Dr. Moreau: la creación de las razas caninas. Priorizando la selección de características estéticas, para obtener premios en certámenes, los criadores han desarrollado artísticos especímenes que pese a su rancio pedigrí están padeciendo cada vez más enfermedades genéticas como ha denunciado la BBC en un documental reciente. Al final todo es un gran negocio y ¿dónde está la ética?
Ser anticanino no es políticamente correcto (y menos en USA, donde el presidente DEBE ser creyente y canófilo). No me atrevería a proponer semejante credo, pero lanzo la pregunta
¿Es ético (e higiénico) que los humanos tengamos que habitar en ciudades que reciben puntualmente su dosis cotidiana de toneladas de excrementos y miles de litros de orines de perros? No hay policía suficiente para multar a los infractores y los perros sueltos trotan, defecan y orinan a sus anchas por playas, aceras y ascensores. Los cinófobos son personas ignoradas e incomprendidas. ¿Por qué se permite que los perros ensucien las calles y no se hace a sus descuidados dueños colaborar en la limpieza pagando más impuestos municipales por la tenencia canina? Menos mal que nos queda un consuelo: "pisar una mierda da suerte".
Entrevista a Miguel Bosé
Los animalistas han provocado históricamente episodios de alocado terrorismo: liberando visones de sus granjas o animales de laboratorio, provocando desastres medioambientales y riesgos biológicos al grito de ¡Abajo la vivisección! También protestan vertiendo pintura sobre carísimos abrigos de pieles o últimamente desnudándose y rociándose con sangre en sensacionalistas performances para la prensa. (campañas de P.E.T.A.)
Surgen cantidad de preguntas como las que se formula Javier Marías: "¿No será peor el remedio..? " Es muy loable promover el trato ético a los animales pero... quizá causen la extinción del toro bravo español. Otra paradoja se da en el negocio-deporte de la caza que, aunque mata, también fomenta la cría y preservación de la fauna, más o menos silvestre, en cotos y reservas.
Me asombra que nadie se cuestione el mayor experimento genético llevado a cabo por la especie humana sin traza ética alguna y digno del Dr. Moreau: la creación de las razas caninas. Priorizando la selección de características estéticas, para obtener premios en certámenes, los criadores han desarrollado artísticos especímenes que pese a su rancio pedigrí están padeciendo cada vez más enfermedades genéticas como ha denunciado la BBC en un documental reciente. Al final todo es un gran negocio y ¿dónde está la ética?
Ser anticanino no es políticamente correcto (y menos en USA, donde el presidente DEBE ser creyente y canófilo). No me atrevería a proponer semejante credo, pero lanzo la pregunta
¿Es ético (e higiénico) que los humanos tengamos que habitar en ciudades que reciben puntualmente su dosis cotidiana de toneladas de excrementos y miles de litros de orines de perros? No hay policía suficiente para multar a los infractores y los perros sueltos trotan, defecan y orinan a sus anchas por playas, aceras y ascensores. Los cinófobos son personas ignoradas e incomprendidas. ¿Por qué se permite que los perros ensucien las calles y no se hace a sus descuidados dueños colaborar en la limpieza pagando más impuestos municipales por la tenencia canina? Menos mal que nos queda un consuelo: "pisar una mierda da suerte".
Entrevista a Miguel Bosé
P. Siendo hijo de quien es, ¿qué le parecería la prohibición de los toros en Cataluña?
R. Si por la excusa del maltrato permitimos acabar con la fiesta nacional, entonces cerremos las granjas de gansos y ocas para foie gras, las naves de pollos, los circos... Creo que están intentando quitarse de encima un signo muy español y que no quieren en la identidad catalana, como sucedió con el toro de Osborne. Cataluña tiene una cultura y una identidad sobradamente fuerte para este aderezo inocuo.
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