La polémica sobre la interrupción del embarazo. Grandes mentiras, una pequeña verdad. Juan G. Bedoya EL PAÍS - Sociedad - 18-10-2009
Tan bárbaro es extrañarse de que los obispos estén contra el aborto, como decir que este Gobierno lo impulsa e, incluso, lo impone. ¡Mujer embarazada, cuídate de los socialistas! Es la idea que más se difundió ayer. Cuatro hermosas embarazadas portaban ante la Puerta de Alcalá esta pancarta obscena: "Ave Zapatero. Morituri te salutant".
Salud, César, los que van a morir te saludan. España no es un circo romano, sino una nación de personas libres. Hay exageraciones que ni siquiera en una manifestación de masas deberían cobijarse. Pero es lo que han predicado los obispos estas últimas semanas: que el Ejecutivo Zapatero avanza hacia una "matanza de niños", y que promueve "asesinatos legales".
Los prelados deberían conocer el sentir y pensar de los gobernantes. Pese a tenerlo por furibundo laicista y, tal vez, por un anticlerical a la vieja usanza, Zapatero recibe en la Moncloa a los altos prelados de la Iglesia romana; ha acudido a rendir una pleitesía incluso exagerada al sumo pontífice de esa confesión, y también ha incrementado más allá de lo razonable (hasta un 34%: nadie lo hizo antes, ni el católico Gobierno de Aznar) las aportaciones de Hacienda para salarios del clero. En suma, Zapatero no es Herodes (si realmente Herodes fue como nos enseñaron los curas cuando pequeños).
Dicho esto, lo cierto es que dentro de esta gran mentira eclesial hay una pequeña verdad. El Gobierno socialista ha sido imprudente y torpe en la presentación de su iniciativa legislativa.La despenalización del aborto voluntario, hace 25 años, era una cuestión asumida por la ciudadanía. Se trataba de no añadir el castigo de la cárcel (o su mera amenaza), al drama de tener que interrumpir un embarazo. Por eso fue entonces una iniciativa del Ministerio de Justicia.
El promotor de la reforma, ahora, es el Ministerio de Igualdad, como si el aborto contribuyese a equiparar a hombres y mujeres, y encima con el título de "Salud sexual y reproductiva...", es decir, como una cuestión más propia del Departamento de Sanidad. Para colmo, la defensa principal del proyecto se ha adjudicado a una ministra sin bagaje ni experiencia política alguna. Quizás por eso se han crecido de manera tan desproporcionada los obispos, en una agitación popular que creíamos haber superado para siempre en el lejano 1983.
Tan bárbaro es extrañarse de que los obispos estén contra el aborto, como decir que este Gobierno lo impulsa e, incluso, lo impone. ¡Mujer embarazada, cuídate de los socialistas! Es la idea que más se difundió ayer. Cuatro hermosas embarazadas portaban ante la Puerta de Alcalá esta pancarta obscena: "Ave Zapatero. Morituri te salutant".
Salud, César, los que van a morir te saludan. España no es un circo romano, sino una nación de personas libres. Hay exageraciones que ni siquiera en una manifestación de masas deberían cobijarse. Pero es lo que han predicado los obispos estas últimas semanas: que el Ejecutivo Zapatero avanza hacia una "matanza de niños", y que promueve "asesinatos legales".
Los prelados deberían conocer el sentir y pensar de los gobernantes. Pese a tenerlo por furibundo laicista y, tal vez, por un anticlerical a la vieja usanza, Zapatero recibe en la Moncloa a los altos prelados de la Iglesia romana; ha acudido a rendir una pleitesía incluso exagerada al sumo pontífice de esa confesión, y también ha incrementado más allá de lo razonable (hasta un 34%: nadie lo hizo antes, ni el católico Gobierno de Aznar) las aportaciones de Hacienda para salarios del clero. En suma, Zapatero no es Herodes (si realmente Herodes fue como nos enseñaron los curas cuando pequeños).
Dicho esto, lo cierto es que dentro de esta gran mentira eclesial hay una pequeña verdad. El Gobierno socialista ha sido imprudente y torpe en la presentación de su iniciativa legislativa.La despenalización del aborto voluntario, hace 25 años, era una cuestión asumida por la ciudadanía. Se trataba de no añadir el castigo de la cárcel (o su mera amenaza), al drama de tener que interrumpir un embarazo. Por eso fue entonces una iniciativa del Ministerio de Justicia.
El promotor de la reforma, ahora, es el Ministerio de Igualdad, como si el aborto contribuyese a equiparar a hombres y mujeres, y encima con el título de "Salud sexual y reproductiva...", es decir, como una cuestión más propia del Departamento de Sanidad. Para colmo, la defensa principal del proyecto se ha adjudicado a una ministra sin bagaje ni experiencia política alguna. Quizás por eso se han crecido de manera tan desproporcionada los obispos, en una agitación popular que creíamos haber superado para siempre en el lejano 1983.
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