jueves, enero 07, 2010

El CSI de los incendios forestales en Aragón

El CSI de los incendios forestales Domingo, 04 de Octubre de 2009 00:00
El esclarecimiento de las causas
de las llamas que arrasan los montes es una labor de campo. Las brigadas de investigación de incendios forestales de la DGA y los equipos del Seprona de la Guardia Civil trabajan durante horas en el terreno calcinado.
Más allá de las afamadas series como 'CSI', 'Bones' y 'Mentes Criminales', la investigación de los incendios forestales tiene poco de película y mucho más de
rutina y, sobre todo, de trabajo de campo y artesanal. El esclarecimiento de un gran porcentaje del origen de las llamas en la Comunidad depende de los equipos del Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) de la Guardia Civil y de las brigadas de investigación de incendios forestales (BIIF) de los agentes de protección de la naturaleza de la DGA. Ellos son los que están intentando poner en claro las causas, que aún se desconocen, de algunos de los grandes fuegos que este verano han asolado Aragón, como los de Jaulín-Valmadrid (que arrasó 1.670 hectáreas) y San Gregorio (7.220).
"Intentamos averiguar el origen de todos los incendios que podemos, tanto de los más importantes como de los que han afectado a poca extensión de terreno, te aportan una información importante y cualquier gran fuego empieza por un pequeño foco", plantea Sergio Ramos, agente de protección de la naturaleza de la comarca de Valdejalón, antes de salir al escenario de cenizas para mostrar cómo desarrollan su trabajo.

Lo primero es determinar si ha sido provocado por una causa natural como un rayo, algo frecuente debido a la gran cantidad de tormentas secas que se registran en los meses estivales, sobre todo en Teruel. Los datos meteorológicos y los mapas de los caídos sobre el territorio permiten localizarlos. Con las coordenadas y un GPS se puede llegar incluso a encontrar el sitio exacto del impacto. La descarga eléctrica deja en los troncos de los pinos una huella muy característica, una hendidura curva que rodea el tronco.
Llegar al punto de ignición
Si la causa natural se descarta, llega la hora de salir al campo para tratar de acotar lo más posible el área de inicio de las llamas y llegar al punto de ignición. "De partida ya contamos con la información valiosa que aportan las fotografías que se toman desde los helicópteros, son los primeros que llegan y las imágenes permiten saber por dónde hay que empezar a buscar", explica Sergio Ramos. Se trata de analizar la "geometría" del incendio, recorrer con el GPS el perímetro y buscar y cotejar esas evidencias físicas que ha dejado el paso del fuego.
El maletín que despliegan Sergio Ramos y Ramón Regal poco tiene de espectacular. Los útiles necesarios para marcar y escudriñar entre los restos calcinados: las banderas rojas y blancas, las pinzas, las espátulas, botes y bolsas para recoger las pruebas y lacrarlas, una lupa, cámara fotográfica, un microscopio de 50 aumentos, entre otros objetos, en los que no faltan los características guantes de látex. Y un anemómetro para medir la velocidad del tiempo, un higrómetro para la humedad del aire y un termómetro.
Hay que saber mirar para distinguir, por ejemplo, las marcas de carbonización en los troncos o el fenómeno de la "congelación", que se produce cuando los arbustos y matorrales en días de viento flojo se quedan arqueados en dirección hacia el fuego. Hasta la forma en que han caído las gramíneas tiene su lectura. "No es todo tan sencillo como la teórica, hay evidencias físicas contradictorias y depende también de la inclinación del terreno, de si la vegetación es de pinos o de matorral", aclara Sergio Ramos. Ellos utilizan las banderas, independientemente del color, para marcar la dirección del fuego. El hallazgo de unas partículas metálicas, restos de la zapata de un tren, se antojan trascendentales para relacionar las llamas con el paso del tren. Cuando se necesita, las pruebas se remiten a un laboratorio.
"A veces sospechas que el incendio tiene un origen humano, pero es muy difícil llegar a demostrar quién es el presunto autor de la imprudencia", recalca Sergio Ramos. Una sentencia que pone como ejemplo data de un fuego de 2002 en el que ardieron 3,6 hectáreas en la comarca de Daroca. A un hombre se le condenó por una imprudencia grave, por una quema de rastrojos que se le fue de las manos, a 9 meses de prisión y una multa de 270 euros, además de abonar 538 euros a la DGA por los gastos de extinción. En esta ocasión fue clave el testimonio de dos testigos de lo ocurrido.

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