Entre la laxitud y la bofetada a tiempo: la zurra Escrito por sandrafaginas 24/03/2008
A estas alturas, seguramente ya estamos incluidos en algún tipo de perfil de padres: o somos de los laxos o de los severos o de los que encajamos según el día en cualquiera de los grupos que los estudiosos del género sean capaces de distinguir. Sea del tipo que sea, es probable que se haya visto al borde del ataque de nervios por culpa de sus hijos y haya pensado o decidido que nada como un tirón de orejas, un azotito (para nosotros, chaparreta) en el culo, o un par de palmaditas en la boca, dependiendo de la edad de los niños. Son muchos los que defienden estos métodos, como el juez de menores Emilio Calatayud nos aclara en el vídeo. Los laxos agotan normalmente todo el repertorio de posibilidades que da Supernanny, pero hay momentos que incluso a estos la paciencia se les agota y caen en la tentación del coscorrón. El otro día una madre agotada por su crío de 2 años, camino de los 3 (edad típica de las pataletas en plena calle) intentaba por todos los medios que su niño dejase los columpios. Primero lo intentó con la petición clásica: «Fulanito, venga, que es tarde y hay que irse a casa». Cuando ya había repetido la frase unas quince veces, cambió de táctica: «Mira, Fulanito, mira quién viene por allí, a ver si me coges». Fulanito seguía aferrado al tobogán, con el desdén que da saberse poderoso, así que ni se inmutó. «Fulanito (ahora la madre con tono serio y seguro), me voy, venga, te dejo solo, adiós». Fulanito insiste en subir por el tobogán. La madre decide dejarlo solo unos segundos a ver si el niño reacciona, pero es inútil. El tobogán y el crío ya son uno. Ante la falta de reacción, la mamá arranca al niño del columpio y se lo lleva en volandas. Tres metros los separan del dichoso tobogán, pero el niño turra y consigue aferrarse de nuevo a él. Los gritos de ella ahora asustarían en la noche: «Fulano, que vengas aquí ya». Llevada por una fuerza instintiva agarra al niño y entre el llanto de él y la desesperación de ella le da un par de azotitos en el culete al tiempo que repite: «Venga, hombre, que hay que ir a comer». En ese momento en que está pensando en todo lo que tiene aún por delante (comida, trabajo, compra, cenas…), se le acerca un hombre con aspecto de no haberse levantado nunca de noche a acunar a un niño y le suelta: «Señora, debería saber que a los niños no se les pega, a ver si vamos aprendiendo». «Métase en su vida» fue lo único que logró articular mientras pensaba en cómo explicarle lo de la chaparreta a tiempo.
Linea 900 sobre Emilio Calatayud Perez y una semana en su Juzgado de Granada
1 comentario:
en vez de series como física y química, podrían poner estos videos como obligatorios,...
un besico grande y feliz año!
rosa
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