Un informe publicado por la revista médica 'The Lancet' detecta alteraciones significativas de comportamiento en niños que consumen diariamente estos productos
LONDRES.- Si su hijo, habitualmente un santo, comienza a saltar sobre los sillones o es incapaz de dedicar dos minutos a un mismo juego, quizá deba empezar a analizar con detenimiento lo que come. Tal vez esas chucherías de colores, su refresco favorito o, más bien, la mezcla de todo ello, estén alterando su comportamiento.
En el Reino Unido saltaba ayer la alarma: existe un nexo entre algunos de los aditivos químicos utilizados en bebidas y dulces y la hiperactividad. Quien lo dice no es ningún fan de lo órganico, sino la Food Standards Agency (FSA) del Gobierno británico, la organización encargada de velar por la calidad de los alimentos, basándose en el estudio más amplio que hasta hoy se ha realizado sobre el tema.
Aunque ya existían algunos indicios que sugerían este vínculo, la principal novedad del informe, que se publicó ayer en The Lancet, radica en que los investigadores no sólo han apreciado una actitud más inquieta y una mayor pérdida de concentración en niños hiperactivos, sino también en chiquillos sanos.
Los científicos, de la Universidad de Southampton, han analizado la respuesta de 153 pequeños de tres años y 144 de ocho a bebidas que contenían dos mezclas diferentes de colorantes (E110, E122, E102, E104 y E129) y un conservante, el benzoato de sodio (E211), habitual en los refrescos carbonatados. Una de esas mezclas representaba la suma de aditivos que un chaval consume de media en un solo día; la otra, una proporción menor. En ambos casos, la conclusión es que provocan «efectos perjudiciales» sobre su actitud, si bien es cierto que, mientras algunos de ellos mostraron claros signos de hiperactividad, en otros no se observó cambio alguno. Los afectados, sin embargo, eran incapaces de entretenerse con un solo juguete, y los mayores no podían siquiera completar un ejercicio de 15 minutos en el ordenador.
Nigel Hawkes, analista en temas de ciencia de The Times, escribía ayer que el estudio no prueba la existencia de una relación de causa-efecto entre esas sustancias y los trastornos -tampoco especifica qué colorantes, entre todos los analizados, están directamente implicados, o si el culpable es el conservante-, aunque sí demuestra que existe una asociación. Y parece ser lo bastante consistente como para que la FSA se haya decidido a lanzar un aviso a los padres, a los que ha recomendado evitar los productos que contengan esos aditivos si sus hijos muestran signos de hiperactividad o de déficit de atención.
Una advertencia que, para muchos, se ha quedado corta. Además, este asunto aumenta la preocupación en un país donde más de un cuarto de los niños sufre sobrepeso. El propio director de la investigación, Jim Stevenson, señalaba que el Gobierno podría fácilmente haber prohibido los colorantes, que no tienen más objetivo que el de atraer la voracidad de los niños, mientras apela a la responsabilidad de los padres. La FSA se ha limitado a dejar la decisión de una ilegalización en manos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (FSA), si bien ni esta organización ni la Comisión Europea han formulado todavía recomendación alguna de cautela.
Por su parte, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) se une a esta recomendación y recuerda que los colorantes citados aparecen obligatoriamente en el etiquetado de todos los productos que los contengan para que los padres puedan identificarlos con facilidad.
* Los Doritos y la Fanta potencian la hiperactividad en los niños
Los colorantes y aditivos artificiales utilizados habitualmente en productos alimenticios infantiles exacerban la hiperactividad en los niños, incluso en aquellos que no sufren ese trastorno, según un artículo publicado este jueves en la revista médica The Lancet. Los Doritos y refrescos como Sprite, Fanta o Pepsi Max llevan estos ingredientes.
No se trata de la primera investigación que establece vínculos entre los aditivos y la hiperactividad en los menores, pero su importancia estriba en que en esta ocasión se ha estudiado a niños de más de tres años y sin que todos sufrieran ese trastorno de conducta.
A los niños se les dieron en unos casos dos mezclas de bebidas distintas que incluían diferentes aditivos y en otros, un placebo.
Los expertos detectaron indicios de hiperactividad en los niños que habían consumido las bebidas que incluían aditivos, como un comportamiento bullicioso, pérdida de concentración, incapacidad para jugar con un solo juguete o completar una tarea, así como mayor locuacidad.
Niños de 3 y de 8 y 9 años
El grupo de científicos de la Universidad de Southampton (sur de Inglaterra) autor del estudio analizó los efectos de los aditivos en las alteraciones del comportamiento infantil en un grupo de casi 300 niños, 153 de ellos de 3 años y otros 144 de 8 y 9.
Entre esas sustancias figuraban el conservante benzoato de sodio (E211), utilizado en refrescos como Pepsi Max, Fanta o Sprite, y los colorantes artificiales E110, E102, E122, E124, E129 y E104, presentes en muchos caramelos y dulces consumidos diariamente por los niños británicos.
Por ejemplo, el E110 se utiliza en los aperitivos de maíz Doritos y el E122 en la Fanta.
La mezcla A, que incluía mayores niveles de aditivos, causó "significativos efectos adversos" en todos los niños de tres años, quienes, sin embargo, reaccionaron de forma más variable a la mezcla B, que contenía la media diaria de aditivos que consumen los niños británicos.
Los niños del grupo de mayor edad mostraron un significativo efecto adverso cuando tomaban una u otra combinación.
Advertencia de las autoridades británicas
La Agencia de Control Alimentario británica (FSA) ha rechazado los llamamientos a la prohibición de esos aditivos, pero ha lanzado una advertencia a los padres sobre los riesgos de esos ingredientes si sus hijos muestran indicios de hiperactividad.
La FSA asegura que corresponde a las autoridades de la Unión Europea legislar sobre esos aditivos.
En la presentación de los resultados del informe, el director de la investigación, Jim Stevenson, consideró que podrían tomarse medidas rápidas contra los colorantes artificiales, pero que llevaría más tiempo ir eliminando el uso del benzoato de sodio como conservante.
El negocio mundial de aditivos está valorado en más de 25.000 millones de dólares anuales, según el diario británico The Guardian
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