SALUD "Mi secta era la anorexia" La modelo de la polémica foto de Toscani describe su calvario en un 'blog' LOLA GALÁN DOMINGO - 30-09-2007
Esperaba con impaciencia a que llegaran las cinco de la madrugada, hora a la que me concedía el derecho a beber por fin unos tragos de coca-cola light y mis dos tacitas de té, que degustaba en una suerte de ritual eufórico, con la ayuda de la cucharilla más pequeña que pude encontrar en el mercado". Un poco de líquido, algo de chocolate y dos pastelillos de fresa constituían la dieta diaria de Isabelle Caro, obsesionada siempre con la báscula. Nada sorprendente en una joven anoréxica atrapada en el laberinto de una enfermedad terrible y de difícil control médico. Una enfermedad "que responde a una voluntad activa de restringir la propia alimentación y de perder peso, aunque se sea ya delgada", cuenta ella misma en su blog. La autora tiene una visión clara de lo que significa vivir con ese mal. "Era como la prisionera de una secta de la que yo misma era el gurú. Rechazaba todo deseo, todo placer; nociones prohibidas en mi vida, que iba en busca de la perfección de un ideal de pureza".
Isabelle Caro, parisiense, de 27 años, residente en Marsella, aspirante a actriz, exhibicionista supuestamente en aras de una buena causa -la lucha contra la anorexia-, ha dejado de ser esa "prisionera" de la anorexia, como ella misma se describe, gracias a una fotografía. Aunque todavía no haya logrado vencer la enfermedad, se siente ya capaz de combatirla con éxito. Y todo gracias a una foto.
Su desnudo esquelético, escogido como reclamo publicitario de una marca de ropa durante la semana de la moda de Milán, ha dado la vuelta al mundo. ¿Objetivo declarado? Llamar la atención sobre el drama de la anorexia, una enfermedad que atrapa a decenas de miles de adolescentes en el mundo desarrollado, incapaces de adaptarse a la configuración física y mental que exige la vida de adulto. Pero la imagen de Isabelle ha alcanzado un segundo objetivo más lucrativo, el escándalo ha ampliado el efecto publicitario que buscaba la marca de moda -y el fotógrafo Oliviero Toscani, maestro del escándalo-, y la fama ha tocado con su varita mágica también a la chica.
Pero ¿quién es realmente Isabelle Caro, esa desconocida aupada al estrellato seguramente efímero gracias a un escándalo mediático? Ella misma se explica en dos blogs repletos de fotografías suyas. Isabelle, en biquini a la vuelta de sus vacaciones en la Costa Azul. Isabelle, posando con vestido transparente de un rojo brillante para las cámaras de una fotógrafa de prensa. Isabelle, con sus vecinas de Marsella. Isabelle, con su gato Satín. Isabelle por todas partes. Siempre sonriente. En cualquiera de sus dos blogs. Uno dedicado a sus aficiones y sus señas de identidad más externas, por así decir: edad, currículo artístico, pasiones vitales. El otro, monopolizado por el relato de su infancia, poco convencional; su adolescencia, en las garras de la anorexia ya, y su paso por los hospitales, a los que dedica las mayores críticas. Isabelle anuncia, además, un libro en el que dará cuenta con todo detalle de estos episodios. Por ejemplo, el de su paso por un hospital de la región de Hauts-de-Seine en el que la trataron como a una anoréxica más. "Querían aislarme del mundo exterior, era el tratamiento de las anoréxicas", cuenta. "No se daban cuenta de que cada caso es diferente. Ése es el problema, me humillaron durante cuatro meses con un control de peso para dejarme salir... ¡Era simplemente el horror!".
Isabelle tenía entonces 23 años y pesaba 26 kilos. Su cuerpo era poco más que un montón de huesos, teniendo en cuenta sus 163 centímetros de estatura. Vivía con su madre, y estaba ya segura de los orígenes de su enfermedad: una infancia anómala. La anorexia era la consecuencia directa de una vida de reclusión casi total entre los 4 y los 11 años, cuando su madre, obsesionada con el paso del tiempo, decidió protegerla de esa contingencia encerrándola en el pequeño chalé que compartían las dos con su padrastro, a las afueras de París. El amor desbordante y obsesivo de la mujer que lo era todo para ella acabó por arrojarla en brazos de la enfermedad.
Un nuevo tratamiento médico y una psicoterapia adecuada han permitido a Caro afrontar la vida con nuevo optimismo. Ella misma lo confiesa encantada, junto a los detalles de su colaboración fotográfica con Oliviero Toscani y de las múltiples apariciones mediáticas que ha tenido en las últimas semanas. Isabelle parece más segura de sí misma, aunque no lo tiene todo claro. A los 27 años, otra cosa sería sorprendente. Pero a la luz de las decisiones que ha sido capaz de tomar y del pulso firme con el que parece manejar su carrera profesional, parecen totalmente desfasados algunos de los comentarios que figuran en su blog. "¿Quién soy? La verdad es que no lo sé. Una artista, una actriz, una apasionada del teatro y, sobre todo y ante todo, una enamorada de la vida, de su belleza y de la riqueza del universo terrestre que nos ofrece la naturaleza... Sin embargo, cada día se me presenta como una lucha permanente contra la anorexia... Anna, esta Anna, esta enfermedad a la que yo llamo Anna: la anorexia, que vive en mí desde que cumplí los 13 años".
Ahora se abre ante ella un nuevo horizonte. Su cuerpo esquelético, que ha provocado disgusto y admiración a partes iguales, ha dejado de ser su enemigo. Pero sería terrible que Isabelle Caro -y con ella las decenas de miles de chicas presas en el laberinto de la anorexia- hubiera llegado a la conclusión, a sus 27 años, de que en este mundo todo es susceptible de explotación mediática. Lo bueno y lo malo. Lo sano y lo enfermo. Y que la lección de todo esto fuera que después de todo le debe la fama a ese cuerpo esquelético, a la anorexia.
Esperaba con impaciencia a que llegaran las cinco de la madrugada, hora a la que me concedía el derecho a beber por fin unos tragos de coca-cola light y mis dos tacitas de té, que degustaba en una suerte de ritual eufórico, con la ayuda de la cucharilla más pequeña que pude encontrar en el mercado". Un poco de líquido, algo de chocolate y dos pastelillos de fresa constituían la dieta diaria de Isabelle Caro, obsesionada siempre con la báscula. Nada sorprendente en una joven anoréxica atrapada en el laberinto de una enfermedad terrible y de difícil control médico. Una enfermedad "que responde a una voluntad activa de restringir la propia alimentación y de perder peso, aunque se sea ya delgada", cuenta ella misma en su blog. La autora tiene una visión clara de lo que significa vivir con ese mal. "Era como la prisionera de una secta de la que yo misma era el gurú. Rechazaba todo deseo, todo placer; nociones prohibidas en mi vida, que iba en busca de la perfección de un ideal de pureza".
Isabelle Caro, parisiense, de 27 años, residente en Marsella, aspirante a actriz, exhibicionista supuestamente en aras de una buena causa -la lucha contra la anorexia-, ha dejado de ser esa "prisionera" de la anorexia, como ella misma se describe, gracias a una fotografía. Aunque todavía no haya logrado vencer la enfermedad, se siente ya capaz de combatirla con éxito. Y todo gracias a una foto.
Su desnudo esquelético, escogido como reclamo publicitario de una marca de ropa durante la semana de la moda de Milán, ha dado la vuelta al mundo. ¿Objetivo declarado? Llamar la atención sobre el drama de la anorexia, una enfermedad que atrapa a decenas de miles de adolescentes en el mundo desarrollado, incapaces de adaptarse a la configuración física y mental que exige la vida de adulto. Pero la imagen de Isabelle ha alcanzado un segundo objetivo más lucrativo, el escándalo ha ampliado el efecto publicitario que buscaba la marca de moda -y el fotógrafo Oliviero Toscani, maestro del escándalo-, y la fama ha tocado con su varita mágica también a la chica.
Pero ¿quién es realmente Isabelle Caro, esa desconocida aupada al estrellato seguramente efímero gracias a un escándalo mediático? Ella misma se explica en dos blogs repletos de fotografías suyas. Isabelle, en biquini a la vuelta de sus vacaciones en la Costa Azul. Isabelle, posando con vestido transparente de un rojo brillante para las cámaras de una fotógrafa de prensa. Isabelle, con sus vecinas de Marsella. Isabelle, con su gato Satín. Isabelle por todas partes. Siempre sonriente. En cualquiera de sus dos blogs. Uno dedicado a sus aficiones y sus señas de identidad más externas, por así decir: edad, currículo artístico, pasiones vitales. El otro, monopolizado por el relato de su infancia, poco convencional; su adolescencia, en las garras de la anorexia ya, y su paso por los hospitales, a los que dedica las mayores críticas. Isabelle anuncia, además, un libro en el que dará cuenta con todo detalle de estos episodios. Por ejemplo, el de su paso por un hospital de la región de Hauts-de-Seine en el que la trataron como a una anoréxica más. "Querían aislarme del mundo exterior, era el tratamiento de las anoréxicas", cuenta. "No se daban cuenta de que cada caso es diferente. Ése es el problema, me humillaron durante cuatro meses con un control de peso para dejarme salir... ¡Era simplemente el horror!".
Isabelle tenía entonces 23 años y pesaba 26 kilos. Su cuerpo era poco más que un montón de huesos, teniendo en cuenta sus 163 centímetros de estatura. Vivía con su madre, y estaba ya segura de los orígenes de su enfermedad: una infancia anómala. La anorexia era la consecuencia directa de una vida de reclusión casi total entre los 4 y los 11 años, cuando su madre, obsesionada con el paso del tiempo, decidió protegerla de esa contingencia encerrándola en el pequeño chalé que compartían las dos con su padrastro, a las afueras de París. El amor desbordante y obsesivo de la mujer que lo era todo para ella acabó por arrojarla en brazos de la enfermedad.
Un nuevo tratamiento médico y una psicoterapia adecuada han permitido a Caro afrontar la vida con nuevo optimismo. Ella misma lo confiesa encantada, junto a los detalles de su colaboración fotográfica con Oliviero Toscani y de las múltiples apariciones mediáticas que ha tenido en las últimas semanas. Isabelle parece más segura de sí misma, aunque no lo tiene todo claro. A los 27 años, otra cosa sería sorprendente. Pero a la luz de las decisiones que ha sido capaz de tomar y del pulso firme con el que parece manejar su carrera profesional, parecen totalmente desfasados algunos de los comentarios que figuran en su blog. "¿Quién soy? La verdad es que no lo sé. Una artista, una actriz, una apasionada del teatro y, sobre todo y ante todo, una enamorada de la vida, de su belleza y de la riqueza del universo terrestre que nos ofrece la naturaleza... Sin embargo, cada día se me presenta como una lucha permanente contra la anorexia... Anna, esta Anna, esta enfermedad a la que yo llamo Anna: la anorexia, que vive en mí desde que cumplí los 13 años".
Ahora se abre ante ella un nuevo horizonte. Su cuerpo esquelético, que ha provocado disgusto y admiración a partes iguales, ha dejado de ser su enemigo. Pero sería terrible que Isabelle Caro -y con ella las decenas de miles de chicas presas en el laberinto de la anorexia- hubiera llegado a la conclusión, a sus 27 años, de que en este mundo todo es susceptible de explotación mediática. Lo bueno y lo malo. Lo sano y lo enfermo. Y que la lección de todo esto fuera que después de todo le debe la fama a ese cuerpo esquelético, a la anorexia.
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