sábado, abril 03, 2010

Ipazía de Alejandría según Amenábar en Ágora

Matemática y Astronomía: Hypatia de Alejandría, la Filósofa

Escrito por: Sweet Sue el 12 Oct 2009 - URL Permanente

Filósofa neoplatónica que vivió entre los siglos IV y V, musicóloga, médico, matemática, física, madre de la ciencia experimental (estudió y construyó el astrolabio, el hidroscopio y el aerómetro).

El nombre de Hypatia significa la más grande. La leyenda de Hypatia de Alejandría nos habla de una joven, virgen y bella, matemática y filósofa, cuya muerte violenta marca un punto de inflexión entre la cultura del razonamiento griego y el oscurantismo del mundo medieval. Como ocurre con todas las biografías de los matemáticos de la antigüedad, poco se conoce de su vida, y de su obra apenas una pequeña parte.

No se conoce la fecha exacta del nacimiento de Hypatia y se barajan tres posibles opciones, todas ellas aproximadas, según se estime que en el momento de su muerte fuese una mujer mayor, madura o joven. Entre los diversos autores se barajan distintas teorías. Así, Dzielska, encuentra razonables los argumentos de Malalas, autor bizantino del siglo VI, que considera que Hypatia era en la época de su muerte una mujer mayor lo que situaría su nacimiento hacia el 350 o 355. Un argumento a favor de esa fecha es que su discípulo Sinesio, que recibió lecciones hacia el 393 con unos veinte años, y que le escribió cartas mostrándole su gran admiración hacia su ella, por lo que resulta difícil imaginar que hubieran tenido una edad parecida. Por otro lado, Waithe recoge de Hoche, autor del siglo XIX, como fecha probable el año 375 o el 370 pues en la época de su muerte se habla de ella como de una mujer bella, y considera que ese calificativo no tendría lugar si hubiera tenido más de 40 años. Considera que Hypatia fue directora de la Escuela Neoplatónica con 25 o 30 años, y que Sinesio tendría sólo cinco años menos que ella. Kingsley considera la fecha del 390 pues estima que murió joven.

Teón, padre de Hypatia, fue maestro de Matemáticas y Astronomía y conocido por sus comentarios a Los Elementos de Euclides, el Almagesto y Las Tablas de Tolomeo, trabajos en colaboración con su hija. Supervisó la educación de Hypatia y, con un espíritu especialmente abierto para su época, permitió que desarrollara sus excepcionales dotes y se convirtiera en una astrónoma, filósofa y matemática, buscando que llegará a ser un ser humano perfecto por lo que vigiló tanto la educación de su mente como de su cuerpo. Tal entrenamiento consiguió sus objetivos pues la belleza de Hypatia y su talento fueran legendarios. Se dice que Hypatia fue superior a su padre, especialmente en la observación de los astros.

Teón fue uno de los últimos miembros del Museo, institución de educación avanzada que había sido creada en Alejandría alrededor del 300 a.n.e. por Ptolomeo I Sóter y origen de su reconocida Biblioteca. En los setecientos años de su existencia la Escuela alejandrina había alcanzado cotas tan elevadas en el campo científico que habría sido suficiente dejar con vida y libertad a Hipatia y a sus discípulos para, con sus estudios, asegurar otros 1200 años de progreso.

Tras su formación en Filosofía y Matemáticas con los profesores del Museo, Hypatia viajó por Italia y Atenas. Probablemente en Atenas siguió los cursos de la Escuela Filosófica dirigida por Temistius, Plutarco el Joven y por su hija Asclepigenia. Se dedicó, al volver a Alejandría y ocupar la cátedra de Filosofía de Plotino, alrededor del año 400, pese a que la existencia de obras estrictamente filosóficas creadas por ella es desconocido. De hecho, su filosofía era más académica y científica en su interés y menos mística que el platonismo intransigente de otras escuelas neoplatónicas.

Respetada como eminente y carismática profesora, las enseñanzas de Hypatia corresponderían a explicar las doctrinas de Plotino y de Jámblico (250-330), fundador de la rama siria del neoplatonismo y con una estrecha relación con el neopitagorismo. En esta tradición las matemáticas formaban parte de la formación filosófica.

De su cátedra recibió el sobrenombre de la Filósofa, y se dedicó a enseñar Matemáticas, Astronomía, Filosofía y Mecánica a personas de todas las religiones, siendo bien considerada tanto en la comunidad cristiana como en la suya propia. Su casa se convirtió en un centro intelectual.. Estudiantes de Europa, Asia y África acudían a escuchar sus enseñanzas sobre la Aritmética de Diofanto. Entre ellos se encontraba Sinesio de Cirene, más tarde obispo de Tolemaida (c. 410), de cuya correspondencia con ella aún existen algunas cartas.

También fue amiga y consejera de Orestes, prefecto del Imperio Romano de Oriente.

Según la Enciclopedia Suda, enciclopedia bizantina del siglo X, Hypatia escribió comentarios sobre la Aritmética de Diofanto de Alejandría, en las Cónicas de Apolonio de Perga, y en un canon astronómico (presumiblemente el Almagesto de Ptolomeo). Teón, padre de Hypatia, revisó el libro III de su comentario sobre el Almagesto. Todas estas obras se han perdido, aunque algunos pueden sobrevivir como parte de las versiones existentes en árabe de la Aritmética. Los títulos conocidos de sus obras, junto con las cartas de Sinesio que consultó a ella sobre la construcción de un astrolabio y un hidroscopio (identificado en el siglo XVII por Pierre de Fermat como un hidrómetro), indican que se dedicó especialmente a la astronomía y las matemáticas. Se cree que publicó “Tablas Astronómicas” relacionado con la construcción de astrolabios, pero su obra más importante “De las Cónicas” desarrolló altos conocimientos de Álgebra y Trigonometría que tardarían siglos en ser superados, concretamente el estudio de las cónicas no fue reivindicado hasta el siglo XVII, durante el periodo de la Ilustración.

Sin embargo, sobre Hypatia y sobre toda la humanidad se abatió la irracionalidad: el creciente poder de la Iglesia católica y su pacto de sangre con un imperio romano en decadencia. La supresión del paganismo, la liquidación de las bibliotecas, del saber y de los sabios, la anulación del librepensamiento, de la investigación científica (de hecho, los Concilios de Cartago prohibieron, incluso a los obispos, estudiar a Aristóteles, Platón, Euclides, Tolomeo, Pitágoras, etc.). La prohibición del acceso a la mujer a todo conocimiento para ser sometida. En pocos decenios se consiguió llevar a cabo la casi totalidad del proyecto. Pero Ambrosio, Juan Crisóstomo, Agustín y Cirilo, los gigantes del naciente imperio de la Iglesia, toparon en su camino, cimentado de hogueras y regado de sangre, un último escollo: una mujer que dirigía la Escuela alejandrina, una sabia de rectitud moral inquebrantable que, al término de una jornada de investigación y estudio, se echaba sobre los hombros el tribon, el manto de los filósofos, y deambulaba por Alejandría para explicar a sus habitantes el significado de la libertad de pensamiento, del uso de la razón.

Cirilo, obispo y nuevo patriarca de Alejandría a la muerte de su tío Teófilo que había sido el anterior, urdió el asesinato de Hypatia. En la cuaresma del año 415 de nada sirvió la voz aislada del prefecto imperial Orestes, que, inútilmente, intentó defender y salvar a esta mujer de ciencia. Llegado a Alejandría, antes de visitar al magister militiae y a las demás autoridades, incluso antes de obsequiar al obispo Cirilo, Orestes se dirigió a rendir homenaje a Hypatia. Ella le hizo ver que, en realidad, no podía definirse como "pagana", porque "cualquier religión, cualquier dogma, es un freno para la libertad de investigación y puede convertirse en una prisión que impida indagar libremente sobre el origen de la vida y el destino del hombre". Hipatia le refirió cómo, tras el incendio de la Biblioteca, el prefecto imperial Evagrio le había propuesto que se convirtiera al cristianismo, a cambio de mayores subvenciones para su escuela, y cómo ella se había negado diciéndole: "Si me dejo comprar, perderé mi libertad. Y no podré seguir estudiando. Así es como funciona una mente libre: incluso ésta tiene sus reglas".

Hypatia simbolizaba el aprendizaje y la ciencia, que en ese momento de la historia occidental fueron precisamente identificados como paganismo. Sus propias palabras colocaron a Hypatia en una situación sumamente precaria. En declaraciones conservadas, el obispo Cirilo, la acusó, en efecto, de: "reserva su derecho a pensar, porque incluso pensar erróneamente es mejor que no pensar en nada" y "Enseñar supersticiones como verdad es una cosa terrible", pensamientos tan indignos y subversivos a juicio de Cirilo, obispo de Alejandría, que espoleó a la multitud cristiana contra Hypatia acusándola de pagana, impía y bruja. Los asesinos eran Parabolanos, monjes fanáticos de la iglesia de San Cirilo de Jerusalén, quizá ayudados por monjes nitrios. No se sabe si Cirilo ordenó directamente el asesinato, pero por lo menos creó el clima político que hizo posible tan atroces hechos. Más tarde Cirilo fue canonizado. Fue apresada y conducida al Cesáreo por los Parabolanos, el ejercito privado y fuerza de choque del propio obispo Cirilo.

Como drástica solución a un problema moral, ya que al ser virgen no podía ser asesinada, fue violada, desgarrada, descuartizada y quemada por los propios Parabolanos.

El asesinato de Hypatia está descrito en la obra de un historiador cristiano del siglo V, Sócrates el Escolástico:

"Todos los hombres la reverenciaban y admiraban por la singular modestia de su mente. Por lo cual había gran rencor y envidia en su contra, y porque conversaba a menudo con Orestes, y se contaba entre sus familiares, la gente la acusó de ser la causa de que Orestes y el obispo no se habían hecho amigos. Para decirlo en pocas palabras, algunos atolondrados, impetuosos y violentos cuyo capitán y guía era Pedro, un lector de esa iglesia, vieron a esa mujer cuando regresaba a su casa desde algún lado, la arrancaron de su carruaje; la arrastraron a la iglesia llamada Cesárea; la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo; descuartizan su cuerpo; llevan los pedazos a un lugar llamado Cinaron y los queman hasta convertirlos en cenizas".

Los hechos ocurrieron en la cuaresma del año 415 y justo un siglo después de que los paganos hubieran asesinado a Catalina, una erudita alejandrina cristiana.

Orestes informó del asesinato y solicitó a Roma que se iniciara una investigación. Luego renunció a su puesto y huyó de Alejandría. La investigación se pospuso repetidas veces por "falta de testigos" y más tarde Cirilo llegó a proclamar que se encontraba viva en Atenas. El brutal asesinato de Hypatia marcó el final de la enseñanza platónica en Alejandría y en todo el Imperio romano.

El edicto promulgado en el año 391 por emperador Teodosio, el Grande. Teodosio I, emperador romano de Oriente entre los años 379 a 392 y más tarde emperador, tanto en el Este y el Oeste hasta 395, inició una política oficial de la intolerancia al paganismo y el arrianismo en 380. En el año 391, en respuesta a Teófilo, anterior obispo de Alejandría y tío de Cirilo, le dio permiso para destruir las instituciones religiosas de Egipto.

Pese a que la legislación del año 393 trataba de frenar la violencia, en particular el saqueo y la destrucción de las sinagogas judías, se renovaron los disturbios tras la adhesión de Cirilo al Patriarcado de Alejandría en el 412. Sucesivas algaradas sacudieron Alejandría en esta época, la cual ya era conocida en la antigüedad por la naturaleza levantisca y pendenciera de sus habitantes La tensión culminó con la forzosa, aunque ilegal, expulsión de los Judíos de Alejandría en el año 414. De este periodo están documentadas decenas de revueltas contra diversas autoridades o grupos, ya fueran paganos, judíos, cristianos, etc. como las que provocaron la muerte a dos obispos cristianos, Jorge y Proterio, en los años 361 y 457 respectivamente, o la del mismo Prefecto imperial Orestes en el año 422.

Turbas cristianas exaltadas provocaron el saqueo de la Biblioteca de Alejandría, entonces llamada Hija del Serapeo y sucesora de la Gran Biblioteca, así otros monumentos paganos con la consiguiente e irreparable desaparición de casi todo el conocimiento y obras hasta entonces abarcados.

Poco después de la salida de muchos estudiosos comenzó el comienzo del declive de Alejandría como uno de los más importantes centros de aprendizaje antiguo.

Cirilo fue una figura de relieve por el desarrollo teológico de sus escritos, en especial por su defensa de la unión entre la divinidad y la humanidad de Jesús, frente a las tesis de Nestorio, que en el año 428 ascendió a la sede de Constantinopla. Cirilo aprovechó el error dogmático de Nestorio para deponerlo de su sede. En el Concilio de Éfeso (431), convocado por el emperador Teodosio II.

Al contrario de los anteriores concilios cuyas cuestiones teológicas se referían principalmente a la unicidad de Dios, el concilio de Éfeso supuso un cambio de dirección, pues se debatió sobre la naturaleza de Cristo dada la negación de los nestorianos a la unicidad de la naturaleza de Cristo y considerar que sus naturalezas, divina y humana, se encontraban separadas, prevaleciendo la naturaleza humana sobre la divina, por lo que María no debía ser considerada Madre de Dios (Theotókos), sino sólo "Madre de Cristo" (Khristotokos, ya que había dado a luz a un hombre en que la divinidad había ido a habitar.

Cirilo abrió las sesiones con 154 obispos de su partido sin esperar a que llegaran los obispos antioquenos, sirviéndose de cuantiosísimos sobornos durante todo el proceso. Sus regalos fueron tan abrumadores que, de hecho, logró que el emperador Teodosio II, en principio contrario al patriarca alejandrino, cambiara de parecer, y acabara por deponer y desterrar a su rival dogmático.

Sus numerosas obras están recopiladas en 10 tomos de la Patrologia Graeca de Migne. Aún cuando no se opuso abiertamente a las decisiones del concilio de Nicea, tampoco era proclive al uso de la terminología admitida en ese sínodo debido, según afirmaba, a que se trataba de expresiones que no están contenidas en la Biblia y pertenecen más bien a la filosofía griega. Venerado como santo tanto en Oriente como en Occidente, en 1882 san Cirilo fue proclamado doctor de la Iglesia por el Papa León XIII, quien al mismo tiempo atribuyó el mismo título a otro importante exponente de la patrística griega, san Cirilo de Jerusalén. Murió en el año 444.

En cuanto a la obra de Hypatia y todas aquellas conservadas en la Biblioteca, en el año 416, el teólogo e historiador hispanorromano Paulo Orosio hablaba con tristeza de los restos de la Biblioteca Hija del Serapeo, confirmando que “sus armarios vacíos... fueron saqueados por hombres de nuestro tiempo”; aunque otras fuentes incluso en el siglo VI, resultan contradictorias con la posibilidad de que su contenido fuera destruido en los tiempos de Teófilo, ya que indican que la Biblioteca sobrevivió hasta dicha centuria. Así, el filósofo alejandrino Ammonio de Hermia (440-520) llega a describir la Biblioteca y los libros que contenía, recogiendo, por ejemplo, que custodiaba dos copias de las Categorías de Aristóteles, arrojando serias dudas sobre la tesis de que desapareciera en la época cristiana.

Bibliografía: Charles Kingsley "Hypatia: nuevos enemigos con una cara vieja" (1852). María Dzielska, "Hypatia de Alejandría" (1995) MacTutor History of Mathematics - Biografía de Hypatia de Alejandría


Amenabar resucita la leyenda de Hipatia Juan Carlos Rodríguez | 9/10/2009 - 20:50

Si se pregunta quién era Hipatia, la respuesta, según Amenábar, es: "Una filósofa pagana, joven y hermosa, que en el año 415 fue despedazada por monjes (o, de manera más general, por cristianos) en Alejandría". Es la leyenda de Hipatia, recopilada por el director de entre una amplia colección de textos que han configurado un guión, firmado conjuntamente con Mateo Gil, que sondea con exceso de dramatismo, y a veces violencia gratuita, la figura de Hipatia transfigurada por la Ilustración como "mártir del paganismo", o, en la lectura de Amenábar, mártir del ateísmo.

La representación de Hipatia como víctima inocente del naciente fanatismo cristiano y su asesinato como fin de la ciencia y la filosofía hasta el Renacimiento, simplemente, no es unánime en la bibliografía ni, en muchos de sus aspectos, puede darse por cierta. Hipatia aparece por primera vez en la literatura europea en el siglo XVIII. Su figura, su símbolo, es recreado por la Ilustración. Por tanto, crece en el contexto de un enfrentamiento ideológico: la razón contra la fe, ciencia contra dogma, verdad contra estigma; en cierto modo retomado obsesivamente, pese a que Hegel ya se encargó de diseccionarlo.

Lo único indudable es que, gracias a aportaciones académicas, como la de Maria Dzielska, catedrática de Historia Romana Antigua en la Universidad Jagelónica de Cracovia, Hipatia de Alejandria fue salvajemente asesinada y que también su memoria, reconstruida y manipulada, ha sido usada desde el siglo XVIII según conviene como arma arrojadiza. Tal como ella lo enumera: el protestante contra el papista, el arriano contra el católico, el teósofo ilustrado contra el dogmático, el ateo contra la religión, el feminismo contra el machismo, el paganismo contra el cristianismo, la castidad frente al libertinaje, la liberación sexual frente a la represión, la ciencia frente al oscurantismo, el cristianismo frente a sus críticos. Nada nuevo, pues, en el mensaje ideológico del film.

La película de Alejandro Amenábar, requiere, al menos, un intento de aproximación al personaje de Hipatia, que protagoniza la deslumbrante Rachel Weisz. Sobre todo, bajo el prisma de que Amenábar también ha caído bajo el hechizo de la leyenda si seguimos a Maria Dzielska en su obsesión por situar cada una de sus afirmaciones en un territorio de verdad histórica y en una búsqueda incesante de fuentes. No sólo en la asunción de una Hipatia que a la manera del poeta Leconte de Lisle representaba "el espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita", poco asumible en una neoplatónica que, en el 415, según Dzielska tendría 60 años.

Su historia se utiliza según conviene

La propia Dzielslka afirma en Hipatia de Alejandría (Siruela) del mito que envuelve a la filósofa, al punto que nos parece que está hablando de la misma película de Amenábar: "Embellecida artísticamente, distorsionada por emociones y prejuicios ideológicos, la leyenda, que disfrutó de amplia popularidad durante siglos y dificultó los esfuerzos de los estudiosos para presentar de manera imparcial la vida de Hipatia, todavía persiste en la actualidad".

No vamos aquí a reconstruir la génesis de esa Hipatia transfigurada, a partir de John Toland en 1720 --en un relato de título evidente: Hipatia o la historia de una dama de gran belleza, virtud y sabiduría, competente en todo, que fue descuartizada por el clero de Alejandría para satisfacer el orgullo, la envidia y la crueldad del arzobispo, a quien se conoce, de manera universal, aunque inmerecida, como san Cirilo--, y que perfeccionó, según los cánones de la Ilustración, Voltaire, quien, según Dzielska, "explota la figura de Hipatia para manifestar la repugnancia que le inspiran la Iglesia y la religión revelada".

Aunque será Edward Gibbon quién elabora la leyenda de Hipatia al uso en la Historia de la decadencia y caída del Imperio romano. Gibbon utiliza a Hipatia para oponerla a Cirilo como metáfora y argumento que respalde su consabida teoría de que fue el cristianismo quien asesinó al Imperio romano, quemando con él la sabiduría, el arte y la filosofía grecolatina. Cuestión hoy tan discutible como matizable.

De ahí, la literatura ilustrada prosiguió su encarnizado juicio del cristianismo como encarnación de los males de la Humanidad. Hasta llegar a Charles Kingsley, autor de una romántica, Hipatia o los nuevos enemigos con rostro antiguo (1853), plagiada desde entonces con denuedo. Y que asumieron, por ejemplo, los prerrafaelistas, trasladando a la pintura a una Hipatia tentadora y divina, como hizo Charles William Mitchell (1885).

Sinesio de Cirene, único testigo del pensamiento de Hipatia

Otra cosa es el simbolismo de su muerte inhumana. Aunque Amenábar no concede, en este punto, un desenlace tópico, e intenta ceñirse a la dualidad histórica, dibujando la muerte de Hipatia, como una combinación de la lucha de poder entre el Estado y la Iglesia, entre Orestes y Cirilo, y de la venganza de los monjes parabolanos, a los que dibuja integristas y asesinos. En cambio, el gran damnificado es Sinesio de Cirene --de entre todos, el personaje más tergiversado por Amenábar--, único testigo del pensamiento de Hipatia que ha llegado a nuestros días.

Él narra, por ejemplo, en sus cartas como descubrió en el neoplatonismo de su maestra una manera de reconciliar la filosofía griega y pagana con el cristianismo, pues también estipulaba una dimensión eterna y espiritual del mundo y del ser humano. De su retrato como "mujer extraordinaria, erudita y filósofa de Alejandría" no hay dudas, incluso parece evidente que algunas de las obras atribuidas a su padre, el astrónomo Teón, fueron escritas por ella, al menos los comentarios del Almagesto de Tolomeo, como otras de Apolonio de Pérgamo y Diofanto.

En la segunda mitad del siglo XIX, Hipatia ya está en donde la reencontramos ahora: convertida en bandera anticatólica, según la idea de que el catolicismo frenó el desarrollo de la ciencia, como hace Bertrand Russel, o en los muchos usos del que ha sido objeto, según Dzielska. Incluso se ha llegado a colocar a Hipatia al frente de la Biblioteca de Alejandría, confabulando su incendio --ocurrido veinticinco años antes, en realidad: aunque no es el caso de Amenábar, que sabe distinguir el Serapeo o biblioteca auxiliar del gran templo de la Sabiduría tolemaíca-- y el asesinato de Hipatia con un mismo significado; el fin de la sabiduría, la hecatombe de la mujer y de los libros.

Carlos García Gual --asesor de Amenábar en el film, también autor de una monografía hace años sobre Hipatia-- afirma en 'La Antigüedad novelada' (Anagrama) que "una buena recreación histórica puede darse en una novela, y hay estupendos ejemplos de ello. Pero el valor de una novela no viene dado por su fiel reconstrucción de los decorados y marco histórico, sino por su interés dramático y su calidad literaria, evidentemente. Es, como diría un griego, plásma y no alétheia". Sirva para el cine. ¿Qué tenemos entonces?

Extraordinaria concepción artística del film

Un Aménabar dúctil, extraordinario en la concepción artística y fotográfica del film, inspirado incluso en escenas en donde atrapa puntos de vistas que sorprenden al espectador --como esa secuencia boca abajo en el Serapeo-- o las elípticas tomas finales, pero quizás demasiado condicionado al dramatismo de la leyenda, recurrente en escenas sangrientas, quizás demasiadas, y que únicamente vuela libre ante las hipótesis de las curvas cósmicas que lanza Hipatia. Quizás es en el tratamiento de la astrología en donde, y no hay segundas, más brilla. Porque hay pasión.

Permanece, en cambio, un punto de vista más contenido al propugnar una Hipatia en la que se simboliza la búsqueda del equilibrio y la convivencia. Lo que sí deja trascender es una denuncia inquebrantable de que violencia genera violencia y de la religión, de todas las religiones, incluso del paganismo, como mal del mundo. De ahí, que no nos sorprenda la crudeza con la que dibuja a Cirilo. Porque el filme se antoja demasiado parecido a un sermón del Cirilo según Amenábar, más que un intento de provocar reflexión.

Sí es reconocible a Amenábar --no sé porqué iba a escribir Almodóbar, que tienen mucho en común, todo excepto su gusto cinematográfico--, por otro lado, que su simple elección de Hipatia haya sido capaz de erigir una notable "hipatitis"--adjetivo del novelista Luis Manuel Ruiz, autor de 'Tormenta sobre Alejadría' (Alfaguara)--, que hace que llevemos contabilizadas una veintena de novedades, la mayoría novelas históricas, incluida la del propio Ruiz, a raíz del estreno. Nadie como él puede hoy originar tan tumultuoso movimiento.


Ipazia de Alejandría

La cosa fue así. Parece que con
la esperanza de frenar la disolución del imperio y la avanzada de los "bárbaros" de entonces (que siguen estando al norte de los bárbaros del sur, más o menos como ahora) Teodosio I y sus hijos, firmaron un infame pacto de sangre con la iglesia católica. Por primera vez un emperador romano se arrastraba "literalmente" a los pies de un obispo: era en la catedral de Milán en la navidad del 390 d.c. , fecha que como se verá "marcaría profundamente el destino de la entera humanidad".
El obispo era Ambrogio (San Ambrogio) e hizo promulgar al emperador un edicto detrás del otro haciendo cancelar toda forma de educación y de estudio, de libre pensamiento y de religión, que no fuera la cristiana. Hizo que se quemaran todos los templos paganos (los sacerdotes, las bibliotecas) y se cancelaran las Olimpíadas y la celebración de los misterios Eleusinos. Dejó, entre otras cosas, completa libertad al obispo-patriarca Cirillo (San Cirillo) para transformarse en patrón absoluto de Alejandría de Egipto y exterminar judios, nestorianos, novazianos y paganos, y sobre todo hacer "pedacitos" ( también literalmente) a Ipazia, la última voz libre del antiguedad, el último obstáculo que podía oponerse, junto a su " escuela", y a lo que representaba, al dominio del terror fundamentalista cristiano.
( Cáspita, suena de lo más actual).
Ipazia fue una mujer enorme, astrónoma, matemática, filósofa y primer mártir de la Razón a manos del oscurantismo de nuevo cúneo. Ella era la heredera de la ciencia antigua, la última representante de la escuela que había cambiado la concepción del mundo en los setecientos años de acumulación de experiencias y saberes que hicieron de Alejandría (fundada por el mismísimo Alejandro de Macedonia en el delta del Nilo) el baricentro del ellenismo griego y la avanzada de la humanidad.
Mil doscientos anios después del asesinato de Ipazia, Galileo y Newton se rompían la cabeza tratando de comprender los conceptos desarrollados por los científicos alejandrinos, utilizando entre otros, los trece volúmenes del comentario a la aritmética de Diofanto y los ocho volúmenes sobre las cónicas de Apollonio, elaborados por Ipazia. Leonardo da Vinci no hizo otra cosa que reinterpretar y desarrollar proyectos de personajes que como Ctesibio o Erone fueron parte del fermento intelectual que durante siglos animó la ciudad aún luego de la caída bajo el dominio romano y la perdida, con la derrota de Cleopatra, de su primer biblioteca (de 40000 volúmenes) en un incendio. Para no hablar de Arquímedes o incluso de María la Hebrea, la madre de la química moderna que inventó tecnicas de laboratorio que se utilizan todavía hoy, como el famoso "baño maría".
Bastaba dejar con vida a Ipazia, su escuela y no quemar la biblioteca (reconstruida y ampliada) con sus setecientos mil volúmenes, para gozar con muchos siglos de anticipación de todo aquel saber y aquel conocimiento que costó muchos mártires y enorme sufrimiento recuperar. Pero no se recuperó todo. Ipazia luego de una jornada de estudio se cubría con el manto negro de los filósofos y salía a recorrer la ciudad mezclándose con la gente simple, enseñaba a razonar con Platón y Aristóteles. Creía en la magia curativa de la música y estudiaba también la astrologia, pero aconsejaba dirijirse a un médico y no a un templo para hacer frente a una enfermedad. En su momento había rechazado su conversión al cristianismo diciendo " Si me hago comprar, no seré libre, y ya no podré estudiar. Es así que funciona una mente libre: también ella tiene sus reglas."
Era el lunes 8 de marzo del 415 d.p., la milicia de San Cirillo, una horda de quinientos monjes parabolanos, la levantó cuando estaba volviendo a casa, la arrastraron a la catedral y la desnudaron, su jefe Pedro "El Lector" con dedos armados de uñas afiladísimas le cavó los ojos y los arrojó sobre el altar, después la dejó en manos de la turba que la hizo pedazos, los restos reunidos en una bolsa los quemaron en el basurero municipal pues como decía San Agustín (otro "padre" de la iglesia) la mujer es sólo "inmundicia". Tal vez de haber sido hombre la hubiesen sólo matado, siendo mujer debían masacrarla y en la catedral cristiana, para transformar esa masacre en un símbolo, para excluir por el terror en los siglos por venir a la mitad del género humano. Este delito señaló el fin del paganismo, el ocaso de la ciencia y de la dignidad misma de la mujer. Todavía hoy en el mundo de la ciencia el 5% de los vértices es mujer, mientras el 60% de la mano de obra no calificada es femenina.
Pero si Ipazia nada pudo contra monstruos como San Cirillo de Alejandría, San Agustín de Ippona, San Ambrogio de Milán o San Juan Crisóstomo (todos padres de la actual iglesia católica) es justicia divulgar aquello que sucedió 1600 años atrás y restituir a figuras como la de Ipazia un poco de justicia.
Pero podemos descansar en paz amigos, la UNESCO ha creado, leo, un organismo en 1999 para ayudar a la mujer a entrar en el mundo de las ciencias y a este proyecto le ha dado el nombre de Ipazia. Todo O.K. y el pueblo irakeno tendrá la democracia que se merece.
PD: En la película de Manoel de Oliveira, "Un film hablado" el protagonista se pregunta cómo los árabes habiendo rescatado buena parte de la filosofía griega y siendo responsables de una gran apertura cultural y social en la época, pudieron haber destruído la Biblioteca (es decir la "Universidad" en términos contemporáneos) de Alejandría. Pues bien, se trata de un falso histórico repetido hasta el hartazgo. La biblioteca fue destruida por el obispo-patriarca Teófilo (tío de Cirillo) en el 391 d.c. luego del edicto de Teodosio I y no durante la conquista árabe de Egipto en el 641 como demuestra la vasta bibliografía que existe sobre el argumento.
(Este material tiene como fuente el artículo que dedicara el diario italiano "Il Manifesto" a la edición del libro, y el libro mismo de Adriano Petta y Antonino Colavito, "Ipazia, scienziata alessandrina". Lampi di stampa-2004)

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