Un abogado contra el Papa. YOLANDA MONGE - Washington EL PAÍS - Sociedad - 11-04-2010
Un bufete norteamericano aspira a sentar en el banquillo a Benedicto XVI por su silencio cómplice con los pederastas
Su deseo confesado -pero imposible- es interpelar al Papa en un tribunal estadounidense bajo juramento. "¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? Con la ayuda de Dios... ". Nadie leerá esta prerrogativa a Benedicto XVI porque éste es un jefe de Estado -y uno muy poderoso-. Pero ese es el objetivo de Jeff Anderson: sentar en el banquillo de los acusados al Vaticano por su tolerancia ante miles de casos de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia durante décadas.
Anderson no llama víctimas a los niños que sufrieron estos abusos. Para él son supervivientes de una tragedia humana. La batalla de este abogado de una firma de Saint Paul (Minesota) contra la plaga de la pederastia comenzó hace casi tres décadas, en 1983. Entonces una familia acudió a su despacho para relatarle que su hijo había sufrido abusos sexuales por parte del cura de la congregación. Que habían acudido al obispo y no había hecho nada. Como no hizo nada la policía. "De repente descubrí que existía una gran conspiración para encubrir los abusos", relata Anderson en conversación telefónica. "Todo el mundo había mentido diciendo que no sabía nada y todos sabían lo que sucedía", prosigue. "La senda de esas mentiras conducía directamente al Vaticano. Sufrí una tremenda conmoción por la gran farsa que se representaba".
En aquel momento, la Iglesia norteamericana intentó comprar el silencio de aquella familia con una gran suma de dinero. "Por el bien de otros niños no aceptamos e hicimos el caso público". Fue el principio de una catarata de denuncias de otros supervivientes que encontraron en las primeras páginas de los periódicos o los programas de televisión el empuje para denunciar. Tenían derecho a que se hiciera justicia.
Pero la empatía razonada de Anderson hacia aquellos supervivientes se convertiría diez años después de iniciada su lucha legal contra los representantes de la Iglesia en una cruzada personal. Su hija mayor reveló un día -cuando ya era adulta- que había sufrido abusos sexuales a los ocho años a manos de un terapeuta, antiguo sacerdote, al que acudió durante el duro proceso de divorcio de sus padres. "El problema era endémico de la cultura clerical y el responsable en última instancia era el Vaticano", asegura este profesional, que se define como un "ex ateo" que recuperó la fe en Dios a través de su rehabilitación como alcohólico.
Jeff Anderson y su socio, Mike Finnegan, han peleado y pelean en los tribunales de EE UU miles de casos. No saben cuánto dinero han ganado para las víctimas pero en 2002 situaban esa cifra en más de 60 millones de dólares. El nombre de Anderson volvió a los medios de comunicación unos días antes de Semana Santa, cuando The New York Times publicó documentos que probaban que un cura de Wisconsin, el reverendo Lawrence Murphy (hoy fallecido), había abusado sexualmente de cerca de 200 niños sordos entre 1950 y 1974 y que el Vaticano no hizo nada para apartarle del sacerdocio. Esos documentos sitúan al Papa en el ojo del huracán, ya que Benedicto XVI era, en el momento en que se informó, director de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Un bufete norteamericano aspira a sentar en el banquillo a Benedicto XVI por su silencio cómplice con los pederastas
Su deseo confesado -pero imposible- es interpelar al Papa en un tribunal estadounidense bajo juramento. "¿Jura usted decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? Con la ayuda de Dios... ". Nadie leerá esta prerrogativa a Benedicto XVI porque éste es un jefe de Estado -y uno muy poderoso-. Pero ese es el objetivo de Jeff Anderson: sentar en el banquillo de los acusados al Vaticano por su tolerancia ante miles de casos de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia durante décadas.
Anderson no llama víctimas a los niños que sufrieron estos abusos. Para él son supervivientes de una tragedia humana. La batalla de este abogado de una firma de Saint Paul (Minesota) contra la plaga de la pederastia comenzó hace casi tres décadas, en 1983. Entonces una familia acudió a su despacho para relatarle que su hijo había sufrido abusos sexuales por parte del cura de la congregación. Que habían acudido al obispo y no había hecho nada. Como no hizo nada la policía. "De repente descubrí que existía una gran conspiración para encubrir los abusos", relata Anderson en conversación telefónica. "Todo el mundo había mentido diciendo que no sabía nada y todos sabían lo que sucedía", prosigue. "La senda de esas mentiras conducía directamente al Vaticano. Sufrí una tremenda conmoción por la gran farsa que se representaba".
En aquel momento, la Iglesia norteamericana intentó comprar el silencio de aquella familia con una gran suma de dinero. "Por el bien de otros niños no aceptamos e hicimos el caso público". Fue el principio de una catarata de denuncias de otros supervivientes que encontraron en las primeras páginas de los periódicos o los programas de televisión el empuje para denunciar. Tenían derecho a que se hiciera justicia.
Pero la empatía razonada de Anderson hacia aquellos supervivientes se convertiría diez años después de iniciada su lucha legal contra los representantes de la Iglesia en una cruzada personal. Su hija mayor reveló un día -cuando ya era adulta- que había sufrido abusos sexuales a los ocho años a manos de un terapeuta, antiguo sacerdote, al que acudió durante el duro proceso de divorcio de sus padres. "El problema era endémico de la cultura clerical y el responsable en última instancia era el Vaticano", asegura este profesional, que se define como un "ex ateo" que recuperó la fe en Dios a través de su rehabilitación como alcohólico.
Jeff Anderson y su socio, Mike Finnegan, han peleado y pelean en los tribunales de EE UU miles de casos. No saben cuánto dinero han ganado para las víctimas pero en 2002 situaban esa cifra en más de 60 millones de dólares. El nombre de Anderson volvió a los medios de comunicación unos días antes de Semana Santa, cuando The New York Times publicó documentos que probaban que un cura de Wisconsin, el reverendo Lawrence Murphy (hoy fallecido), había abusado sexualmente de cerca de 200 niños sordos entre 1950 y 1974 y que el Vaticano no hizo nada para apartarle del sacerdocio. Esos documentos sitúan al Papa en el ojo del huracán, ya que Benedicto XVI era, en el momento en que se informó, director de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
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