miércoles, abril 14, 2010

'Viagra' para ellas. KARELIA VÁZQUEZ

'Viagra' para ellas" KARELIA VÁZQUEZ EL PAIS SEMANAL - 11-04-2010

El día que cumplió 62, Marta se fue a dormir a otra habitación. "Ya tenemo
s una edad para dormir en camas separadas. Y punto", le soltó a su marido después de media vida de habitación compartida y tres hijos en común. Al parecer, el marido abandonado se había venido arriba en los últimos meses después de que su urólogo accediera a recetarle "eso de la Viagra" que él llevaba tiempo pidiéndole. En la siguiente consulta el hombre le puso al médico la cajita encima de la mesa: "Mi mujer ya no está para estas cosas". Esta historia es real y frecuente. También lo es esta otra, de signo contrario: La mujer visita a su ginecóloga y cuela el mensaje del marido inapetente: "Pregúntale; según lo que te diga, ya iré yo". A los ginecólogos, andrólogos, sexólogos y urólogos, la casa se les ha llenado de gente con mucha esperanza, poca resignación y, quizá, confianza ciega en la Medicina. "Antes abundaba el conformismo, ahora tengo pacientes de más de 80 años que quieren tener una vida sexual activa", cuenta Eduardo García, urólogo del hospital Clínic de Barcelona. "Hubo un tiempo en que se aguantaban, pero ahora todo el mundo habla de sexo y de orgasmos, y la gente dice: 'Yo también quiero eso", razona Francisca Molero, presidenta de la Sociedad Catalana de Sexología.
Bienvenida la generación posviagra. Hombres y mujeres que entraban en sus 50 y 60 años en 1998, cuando salió al mercado la píldora azul de Pfizer, que fue seguida luego por Cialis (Lilly) y ahora por Visarsin, el genérico de Viagra, un 25% más barato que el fármaco de marca. Todos diseñados para tratar la disfunción eréctil. Más reciente, de julio de 2009, es el antídoto contra el segundo demonio, la eyaculación precoz. Priligy (Janssen Cilag), conocida en Europa como la píldora de los cuatro minutos, apuntaló la autoestima masculina. Son ellos los que ahora señalan como queja en su historia clínica: "Mi mujer ya no tiene ganas". Ellas tampoco se andan con chiquitas. "Las tengo sentadas cada día en mi consulta, siempre habían dicho que sí a todo, y ahora, con 65 y 70 años, se permiten decir que no", cuenta el sexólogo Santiago Frago, que en 2006 abrió la primera asesoría de sexo para mayores en España (www.amaltea.org). El ginecólogo Santiago Palacios también las conoce. A su clínica del barrio de Salamanca de Madrid llegan algunas con cierta preocupación y otras con ninguna: "Es cierto, no tengo deseo, ni quiero… Para lo que tengo a la derecha de mi cama… antes me iría al cine". Y aunque todos han disparado sus expectativas sexuales, los hombres llevan ventaja. Al menos en lo que a disponibilidad de "herramientas técnicas" se refiere, importantes a partir de cierta edad para conseguir "una buena ejecución", que no es lo mismo que "una buena técnica", según los expertos consultados. "El hombre ha conseguido un alto nivel de rendimiento erótico", confirma Frago.

"Les ha subido mucho la autoestima, mientras ellas siguen en el punto de partida. La cronología está desfasada, un hombre de 70 años está a la altura de una mujer de 40", apunta Alicia Úbeda, jefa del servicio de ginecología de Salud de la Mujer Dexeus. Ellas tienen más frentes abiertos, unas hormonas resbaladizas, una sexualidad variable, años de educación represora a sus espaldas, y, agrega el doctor Frago, "una batería de medicamentos, sobre todo antidepresivos y tranquilizantes, que estropean su sexualidad". Francisco Cabello, del Instituto Andaluz de Sexología, tiene una teoría y así la expuso en un congreso médico. Ante cientos de ginecólogos proyectó la diapositiva de una episectomía (un corte en la vagina que se hace durante el parto) para mostrar cómo se destruía una parte de la "plataforma orgásmica": "¡Cuidado! ¡Estamos tocando cosas serias!", advirtió a un auditorio de aludidos.

Desde que nació la célebre pastilla azul, muchos fármacos han querido ser la pink viagra y hasta hoy ninguno lo ha conseguido. Lo corrobora la doctora Úbeda: "¡Se ha anunciado la viagra femenina tantas veces! Con píldoras, parches de hormonas, cremas vasodilatadoras del clítoris…". La más famosa de ellas, Viacreme, también vendida, estaba compuesta por un aminoácido, aloe vera y mentol. Fue desautorizada en 2004 por el Ministerio de Sanidad, que no la consideró un medicamento. La propia compañía Pfizer puso en marcha un ensayo clínico para probar el efecto de la Viagra en 3.000 mujeres. Y aunque la píldora mejoraba los signos externos de excitación, el deseo seguía en el subsuelo. En la mujer ambos mecanismos están frecuentemente desconectados. Ante el fracaso evidente, la compañía cerró el estudio. La industria farmacéutica busca El Dorado. A saber, una píldora –será de color rosa con toda probabilidad– de efecto casi inmediato –no más de una hora– y eficacia probada para solucionar el gran problema. Pero si en el universo sexual masculino estaba claro cuál era el gran problema, en las mujeres eso está todavía por demostrar.

Todos los intentos de 'feminizar' la Viagra han fracasado porque la sexualidad de la mujer está a años luz de la del hombre. "La masculina es como el interruptor de la luz; la femenina, como el cuadro eléctrico de un avión", resume Juan I. Martínez Salamanca, urólogo del hospital universitario Puerta de Hierro. Y no ha sido por falta de intentos. Hay un mercado amplio y creciente. Un estudio encargado por la Asociación Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva (ASESA) aseguró que el 98% de las mujeres se trataría un problema sexual si existiera un fármaco eficaz. "Sería el maná", reconoce Ana Puigvert, andróloga de la Fundación Puigvert. "Llegan a la consulta y quieren una pastilla; cuando les dices que se tienen que ir a terapia, no vuelven. Es más fácil tragarse algo con agua que aceptar el aburrimiento, la ausencia de deseo o los conflictos de pareja", explica José Luis Doval, jefe del servicio de ginecología del Complejo Hospitalario de Orense. La farmacéutica estadounidense BioSante, implicada en la carrera por el elixir del deseo sexual femenino, estima que sólo en Estados Unidos existe un mercado de 2.000 millones de dólares anuales.

Sin embargo, la viagra rosa se resiste. La industria investigó primero en el mundo de la sexualidad masculina. "Creo que preveían que los mayores consumidores iban a ser hombres, del mismo modo que el mercado de los anticonceptivos es mayoritariamente femenino porque ellos son más reacios a usarlos", reflexiona Doval. La consecuencia es que, en opinión del doctor Salamanca, "no se ha encontrado una diana terapéutica clara". La diana terapéutica es el blanco donde tiene que dar un fármaco para solucionar un problema. En los hombres impotentes eran las arterias del cuerpo cavernoso del pene que no se llenaban de sangre. Solución: un vasodilatador, Viagra. Pero, ¿qué pasa con las mujeres? "En ellas el apetito sexual es el centro de todo, un gran desconocido que vive en la cabeza de cada quien. Y con el cerebro hemos topado, amigo", dice Santiago Palacios, que añade que se han tenido que estudiar muchos años los neurotransmisores cerebrales para encontrar "un producto válido".

Se refiere a la nueva esperanza blanca, una molécula desarrollada por la farmacéutica alemana Boehringer Ingelheim llamada flibanserina y aún sin nombre comercial. Los resultados finales de los ensayos clínicos ya concluidos están guardados bajo llave, a la espera de la aprobación de la Agencia Europea del Medicamento. Casi todos los expertos consultados conocen las conclusiones de los ensayos, pero un acuerdo de confidencialidad les obliga a mantener la boca cerrada. "Apunta maneras", "pinta bien", es todo lo que dicen. Si todo marcha, en 2011 estará a la venta.

Entretanto, en España se aprobó en 2008 el uso de unos parches (Intrinsa, Procter&Gamble) que liberan testosterona, una de las hormonas claves del deseo sexual, pero sólo en mujeres con una menopausia de quirófano, es decir, la que sobreviene tras extraer el útero y los ovarios por razones de enfermedad. Estas mujeres, unas 600.000 en España, ven caer en picado sus niveles de testosterona y su apetito sexual. Un tercio de ellas lo llevan mal y son las candidatas perfectas para los parches.

Pero volvamos a la flibanserina. Lo último que se sabe de ella se escuchó en el congreso de la Sociedad Europea de Medicina Sexual celebrado el pasado otoño en Lyon. Después de probar la píldora en 1.946 mujeres premenopáusicas mayores de 18 años se observó un aumento de "los eventos sexuales satisfactorios". La píldora en cuestión, que reduce la serotonina y aumenta la dopamina en el cerebro, se ha encontrado por error. Los investigadores probaban la molécula como antidepresivo y los resultados eran pésimos, pero observaron que tenía un efecto secundario "interesante". Tanto los animales de laboratorio como los humanos estaban más "predispuestos, receptivos, vigilantes y sensibles" a la actividad sexual. Habría que tomar 100 miligramos diarios antes de irse a la cama y los primeros efectos empezarían a notarse al cabo de dos o tres semanas. Una pega se les pone a los ensayos: la píldora se ha probado en el mejor de los mundos posibles, las mujeres premenopáusicas que no han sufrido caídas hormonales, una de las causas más frecuentes de la pérdida de deseo. Desde Boehringer Ingelheim aseguran que se prepara un ensayo con mujeres en la menopausia.

Para llegar hasta aquí hubo que definir cuáles eran las disfunciones sexuales femeninas y cómo y con qué frecuencia afectaban a la mujer. Se llegó a la conclusión de que el trastorno del deseo sexual hipoactivo (escaso deseo sexual) era el caballo de batalla. Una de cada diez mujeres podría padecerlo en algún momento de su vida. Al fin se había encontrado el gran problema, oculto tras el socorrido "hoy no, me duele la cabeza". El estudio Deseo y sus efectos en la sexualidad femenina incluyendo las relaciones (Desire, por sus siglas en inglés), financiado por la propia farmacéutica alemana, se encargó de demostrar que las mujeres con bajo interés sexual "sufrían de forma personal y emocional". Las voces críticas se levantaron contra el laboratorio acusándolo de inventar una patología que causa angustia y que debe ser curada cuanto antes… con un fármaco a punto de salir al mercado.

¿El trastorno sexual hipoactivo nace o se hace? ¿Es acaso una creación de la industria farmacéutica? Ésta es una pregunta incómoda, pero sexólogos, ginecólogos y andrólogos tiran de fuentes independientes y de su propia experiencia clínica. "Cuando no existía ninguna molécula en desarrollo, yo tenía pacientes con el deseo sexual inhibido", asegura José Luis Doval. "Es un trastorno frecuente en un porcentaje alto de mujeres jóvenes que toman antidepresivos y de no tan jóvenes que sufren caídas hormonales por la menopausia", apunta Ana Puigvert. "Yo hablo de un 40% de mujeres que tienen la libido baja. Tiene que haber angustia asociada para que se considere un trastorno", acota Santiago Palacios. "Es difícil de diagnosticar, hay que preguntar mucho para definir los niveles previos, y buscar una pérdida continua y progresiva de deseo respecto al nivel anterior", concede Doval. "Obviamente, la industria está interesada, pero es un problema real", apunta el urólogo Eduardo García. "Cada día tengo pacientes que me cuentan que no tienen ganas y su marido sí, y eso no es normal en alguien que ha tenido apetito sexual antes", zanja el doctor Martínez Salamanca. "Llevo 26 años haciendo terapia sexual, y la falta de deseo siempre ha sido la primera causa de consulta", tercia Francisco Cabello. Otros especialistas ponen la patología en cuarentena. "No es un problema exclusivo de las mujeres, hay hombres con el deseo sexual inhibido, pero jamás lo reconocerían. Antes prefieren que les pase un camión por encima", comenta la terapeuta sexual Mila Cahue.

Un estudio independiente publicado en 1999 en The Journal of the American Medical Association aseguraba que el 43% de las mujeres experimentaba alguna forma de disfunción sexual, una circunstancia que sólo afectaba al 31% de los hombres. La existencia en sí de este trastorno no es carne de polémica entre la mayoría de los especialistas. Sí lo es que una píldora sea la solución total. En el caso de la Viagra "estábamos ante un problema hidráulico" –ilustra el doctor Salamanca–, pero con algo tan poliédrico como el deseo femenino nadie lanza las campanas al vuelo.

A la consulta de Sexología de Santiago Frago, especializada en personas mayores, apenas entran mujeres solas. Sus pacientes suelen ser señores solteros y parejas, ellos recauchutados y en plena forma con la asistencia de la química y ellas "poco cooperadoras". "Tienen el tema erótico aparcado, y no por salud: se quejan de que no se sienten valoradas, mimadas o seducidas. ¿Todo eso puede encapsularse en una pastilla de última generación?", se pregunta el sexólogo. Los expertos consultados opinan que recetar la píldora y no mirar a la pareja sería lo mismo que prescribir una estatina para bajar el colesterol y no poner una dieta. "Nunca, y me atrevo a ser categórico, se va a encontrar una sola pastilla que revolucione a la mujer como hizo Viagra en su día con el hombre. La sexualidad masculina está muy centrada en la erección; y las mujeres, por tener, tienen hasta tres tipos de deseo", dice Francisco Cabello, que asegura haber leído en la prensa mejores datos de flibanserina que los que aporta la propia industria. "Hay alguien por ahí inventándose algo. Este fármaco funcionará con las mujeres que tengan bajo el deseo y se lleven bien con su pareja, pero las que ya no se aguanten seguirán igual".

Si la causa orgánica más aceptada de falta de apetito sexual es la caída hormonal que produce la menopausia, ¿por qué algunos sexólogos sostienen que encuentran más problemas de inapetencia entre las mujeres sanas de entre 30 y 40 años con niños pequeños? "El sexo está demasiado mediado por el rato que queda libre, no hay espontaneidad", opina Alicia Úbeda.

Madre joven, profesional de éxito, guapa, con pareja estable, deportista… la superwoman se desmonta en la cama. "Están tan ocupadas que no dedican tiempo a pensar en el sexo, lo hacen porque toca, y eso mata el deseo", cuenta la doctora Francisca Molero, que ha obligado a más de una a sacar la agenda: "Vamos a poner fecha ya para quedar y hacerlo". Por si fuera poco, la sobreexposición a escenas cinematográficas ha puesto las expectativas por las nubes. "Vivimos en la cultura del éxito, que en la cama quiere decir tener miles de orgasmos en poco tiempo, y eso no es real", señala Cabello. "Las mujeres han cambiado. Antes, ellas aprovechaban el mínimo problema para decir: 'Punto, se ha acabado'. Ahora se apuntan las primeras al carro de la autoexigencia". Tanto han cambiado, que el doctor Salamanca, ponente de congresos internacionales, empieza a pensar en la fecha de caducidad de su diapositiva estrella, aquélla capaz de sacar las carcajadas a los auditorios más espesos: "Un señor y su mujer consultan al médico y él se lanza: '¿Y eso de la Viagra?'. A su espalda, la señora saca un cartel: 'Doctor, diga que no'. Una pena, se reían mucho, pero en poco tiempo no se parecerá a la realidad".

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