Viajes solidarios, las vacaciones con conciencia @Jacobo Corujeira - 17/03/2009 foto Una turista solidaria pasea por el campo en Guatemala.Mire al calendario: eso es, en dos fines de semana cambia la hora; el plomizo cielo invernal ha dejado al resplandor del inmenso azul y poco a poco nos vamos haciendo a la idea de que el buen tiempo ya está a la vuelta de la esquina. Toca ir pensando en un merecido descanso, ya sea durante los días de Semana Santa o a lo grande durante las vacaciones de verano, pero quizás la experiencia sea aún más redonda si dedicamos nuestro tiempo a ayudar a los demás. El turismo responsable y los viajes solidarios cuentan cada vez con más partidarios: “Viajando de esta manera se aprende, se enseña y, lo más importante, se comparte”, explica Ana Eseverri, directora de la Asociación para la Integración y Progreso de las Culturas Pandora, una organización sin ánimo de lucro que trabaja por el progreso de las culturas y también organiza este tipo de vacaciones.
Muchos son los turistas del hemisferio occidental que viajan a países en vías de desarrollo, aunque la mayoría pasa sus vacaciones pegado a un guía turístico o directamente sin salir del hotel y son pocos los que se interesan por todo lo que ocurre más allá de la barra de la piscina. El turismo responsable pretende ir más allá, permitiendo descubrir un país de la mano de las comunidades locales, visitando además lugares de interés cultural o natural. El alojamiento se lleva a cabo en las propias casas de los habitantes de la zona, los viajes siempre tienen que ver con alguna necesidad que exista en el país y la estancia gira en torno a ese tema en todo momento.
Es cierto: resulta imposible solucionar los problemas del mundo en siete o quince días, aunque también es verdad que un grano no hace granero... pero ayuda a su compañero. Los viajes solidarios pretenden esto mismo: incluir al viajero en microproyectos desarrollados por ONG locales dejándole tiempo (los fines de semana, por ejemplo) para realizar visitas turísticas.
De todas las edades
“Con que tan sólo una cuarta parte de los millones de viajeros que recorren permanente el planeta lo hiciera a través de este tipo de programas se podría acabar con la pobreza del mundo”, descubre Eseverri. Ese porcentaje está aún muy lejos, aunque cada día más viajeros se apuntan a este tipo de iniciativas. ¿Quiénes? Personas de entre 27 y 50 años con nivel cultural medio-alto, deseosas de aprender de gente diferente y con un grado destacable de conciencia social.
Una vez elegido el viaje comienza un periodo de formación en que se realizan cursos específicos para ayudar al viajero a prepararse. No hay que preocuparse por no tener formación en un área concreta: tras remitir un documento de inscripción, una carta de motivación y un currículo a los visitantes se les asigna una serie de competencias para desarrollar durante el viaje.
Viajes Solidarios - Microproyectos de cooperación al desarrolloLa Asociación para la Integración y Progreso de las Culturas PANDORA, fue fundada en el año 2002 por personas con experiencia en el campo de la formación, de la intervención social y de los intercambios internacionales.
El programa de Viajes Solidarios combina la puesta en marcha y desarrollo de microproyectos de cooperación en el terreno con con actividades de turismo responsable, que permiten conocer la realidad y el entorno mediante una vivencia e interacción directa con sus habitantes locales. Los programas forman parte de una dinámica de trabajo muy amplia que comienza antes del viaje con labores de recolección de materiales, formación e información, acompañamiento del grupo que viaja asegurando las capacidades y recursos necesarios para ponerlo en práctica y continúa después del viaje, sistematizando todos los aprendizajes y desarrollando los compromisos adquiridos.
Viajes Solidarios - Microproyectos de cooperación al desarrollo ¿Que dicen los medios?
El turismo sostenible es un enriquecimiento mutuo entre las personas que acojen los turistas y los propios turistas.
¿Por qué?
Porque el turismo no debe provocar únicamente un impacto negativo sobre la población local (mendicidad, polución, turismo sexual, etc.) sino tiene que ser una herramienta de desarrollo (apertura sobre otras culturas, mejora del nivel de vida, nuevos aprendizajes…). El turismo sostenible prioriza la preservación de los recursos naturales, culturales y sociales del lugar de acogida de los turistas.
¿Cómo?
Ofreciendo la posibilidad a los turistas de alojarse en el Hotel Solidario Bel Avenir e integrarse, el tiempo de unas vacaciones, a las actividades educativas y de ocio de los niños y niñas del centro Educativo y Medioambiental situado a unos pasos del hotel.
¿Qué proponemos?
La ONG Bel Avenir y la Fundación Agua de Coco están basadas en un espíritu de convivialidad. El intercambio, la solidaridad, son nuestros valores más fuertes. Con una gran experiencia en la acogida e integración de turistas voluntarios desde 2003 en nuestras actividades, queremos ofrecer esta experiencia a un nuevo público.
Estamos creando actualmente un Hotel Solidario en Mangily, situado a unos 30 kilómetros al norte de Tuléar. Esta estructura sumergida en la vegetación del sur de Madagascar, ofrecerá un nivel de comodidad irreprochable y podrá responder a las más altas exigencias.Esta es la oportunidad de descubrir Madagascar de una forma diferente y participar en su desarrollo. Los ingresos generados por las estancias de los turistas solidarios de la ONG nos permiten auto-financiar aun más nuestros proyectos de desarrollo con el objetivo de durabilidad. Otro objetivo indisociable: integrar una formación profesional hotelera en el Hotel Solidario y consecuentemente crear empleos locales.
Por LEONARDO FACCIO (SOITU.ES)Actualizado 20-02-2009 12:31 CET
BOMBAY (LA INDIA).- No hay muertos. Ni hay heridos a la vista. Pero el city tour hacia el corazón de Mumbay-Bombay, comienza a bordo de una ambulancia. Entre frasquitos de medicamentos, nos bamboleamos esquivando motos, vacas, bicicletas, siempre atentos a lo que dice nuestro guía, que es un médico. El doctor Vinayak Sonawane, egresado de la Universidad de Mumbay, nos conduce a un destino que, por célebre, no deja de ser triste: le dicen 'el Harlem de India'. Y es famoso porque aquí se filmó parte de Slumdog Millionaire, la película de Danny Boyle recién estrenada y candidata a diez Oscars.
Pero el barrio de Mumbay al que viajamos se llama Dharavi. Y es, según las estadísticas, el barrio de chabolas más grande de Asia: un mar de casitas de chapa convertido en atracción turística. Un laberinto de calles angostas y embarradas, donde el doctor Vinayak trabaja como médico para una ONG, y a cambio de una colaboración, 'a voluntad', usa la misma ambulancia donde lleva medicinas para transportar turistas curiosos.
Esta vez, los invitados del doctor Vianayak son dos chicos que vienen de Madrid: Luis, de 19 años, y su amigo Carlos, de 20. Adentro de la ambulancia veo que sus caras, de piel muy blanca, están arrebatadas por el sol. Dicen que llevan dos meses viajando por India. Y cuentan que hicieron rafting en los afluentes del Ganges y que lo pasaron fantástico comiendo en terrazas con vistas al Taj Mahal. A Dharavi llegaron gracias a una amiga alemana, quien les dijo que el barrio de chabolas era 'impresionante': más de un millón de personas viven aquí en condiciones infrahumanas. El doctor Vinayak dice que la mayoría de los turistas llegan gracias a las guías de viaje, y nos recuerda que Dharavi aparece como 'punto de interés' en la famosa guía Lonely Planet.
¿Turismo solidario o morbo occidental?
El fenómeno no es nuevo. La pobreza extrema hace décadas que no está a simple vista en los países más avanzados de Europa, y por eso las nuevas generaciones de europeos pagan para verla de cerca. En Río de Janeiro existen tours para conocer las favelas. Y en Buenos Aires, cualquiera que pague 50 dólares puede acceder a una excursión por la superpoblada 'Villa 20', en el barrio de Lugano. En la India existe un gran circuito de lo que algunos llaman 'turismo solidario' y otros 'morbo occidental'. Pero cuando ya estamos por llegar al barrio de chabolas más grande de Asia, Luis dice que no todo el 'circuito solidario' de India es recomendable.
"Nosotros estuvimos diez días en el Centro de las Misioneras de la Caridad Madre Teresa" —en Calcuta—, "bañábamos a los enfermos terminales" —explica Luis, y aclara: "Queríamos ayudar a la gente. Pero ahí uno no se siente útil. Hay peña que se apunta como voluntaria sólo para conocer a otros voluntarios y conseguir compañero de viaje. Hay demasiados turistas". Así, la red de 'turismo solidario' no sólo se extiende por todo el mundo, sino que tiene su propio ranking de calidad y espectacularidad. Quien viaje a México, por ejemplo, debe saber que el conglomerado de barrios pobres de Neza-Chalco-Iztapalapa, es el 'asentamiento irregular' más grande del mundo: cuatro millones de personas enfrentan ahí a las penurias propias de la pobreza. Mientras que entre los que vuelan a Asia, ya corre la voz de que el municipio de Orangi, en Karachi, ha superado en cantidad de habitantes y miseria al municipio de Dharavi, que ahora vamos a visitar.
Trekking de vertedero
Mumbay siempre estuvo cubierta por un halo entre místico y glamoroso. Con 20 millones de habitantes, es la ciudad más progresista de la India, la que encarna las esperanzas de que el país sea un rival económico de China, y la que concentra la mayor industria cinematográfica del mundo: más de novecientas películas cada año se filman en esta fábrica de sueños, que por parodiar a sus 'primos' de Estados Unidos llaman Bollywood. El barrio Dharavi, al que estamos por llegar, es la cara triste del mundo del espectáculo. Dharavi está sobre una lengua de tierra ganada al mar y mide dos kilómetros cuadrados. Ahí vive casi un millón y medio de personas. Más que un barrio, es una ciudad dentro de otra ciudad. Y acá el calor es espeso, hay mucha agua estancada y en cuanto bajamos de la ambulancia sentimos que el suelo es blando. Parece esponja con barro. Pero no es tierra. El doctor Vinayak nos anuncia que "pisamos basura". Porque gran parte de Dharavi creció sobre el basurero de la ciudad, que aquí llaman Deodenar Dumping Ground. Justo ahí, aparcamos.
El trekking entre chabolas comienza en silencio. Luis y Carlos observan a un chico descalzo que junta agua de un charco. "La mayoría de esta gente son hombres que vinieron solos del interior de India a probar suerte a la gran ciudad —dice el doctor Vinayak, y como quien se acuerda de algo importante, avisa que nos pongamos repelente de mosquitos, por la malaria—. La gente de aquí es inmune. El mayor problema que tenemos es el sida".
Testigos del colapso
El paisaje es desolador en Dharavi. Muchos reciclan basura y de eso viven. Los que tienen más suerte trabajan bajo una hilera de tubos fluorescentes confeccionando tapices. Los artesanos engarzan a mano miles de cuentas brillantes que dibujan aves, elefantes, tigres. Gran parte de este escenario apocalíptico sin salida es el que quiere transmitir Danny Boyle en su película 'Slumdog Millionaire'. El doctor Vinayak dice que, por su buena calidad, los tapices de Dharavi se exportan a todo el mundo y que en cualquier mercado local cuestan 20 euros o más. "Esta artesanía llegó a producir ganancias de hasta 650 millones de dólares anuales", nos cuenta. Y lo dice con orgullo, en parte porque la ONG Niramaya, que él representa, consigue trabajo a la gente. Aunque después comenta que los artesanos cobran menos de un euro por jornadas de trabajo de hasta 16 horas diarias.
Antes de volver a Madrid, el próximo destino de Luis y Carlos son las paradisíacas playas de Goa —400 kilómetros al sur de Mumbay—. Pero ahora, mientras estamos con los pies embarrados en el barrio chabolas más grande de Asia, el doctor Vinayak espera que Luis y Carlos hagan un aporte para su ONG, "a voluntad". De fondo, sobre los techos de chapa de Dharavi, asoman los altos edificios de Mumbay. Estamos a pocos minutos de la parte rica de la ciudad, la que más películas produce en el mundo, en las que la pobreza de Dharavi nunca aparece.
Carlos le entrega, por fin, 1.000 rupias al doctor Vinayak: unos 15 euros. Lo mismo que en España cuesta una pizza con cerveza, en Dharavi representa el sueldo de una quincena. Todo desplazamiento en el espacio —dice Levi Strauss— es un desplazamiento en la escala social. Luis y Carlos eran ricos con su presupuesto de universitarios. Pero hay otra forma de verlo: en un momento único en la historia, en que más de la mitad de la humanidad vive en ciudades, Dharavi representa no sólo el futuro más amargo de las pujantes ciudades indias, sino el colapso del espacio urbano mundial. Y nosotros estábamos ahí, y habíamos pagado para verlo de cerca.
viajesresponsables.com ¿Por qué un turismo más responsable?
El turismo se ha convertido en los últimos años en el principal motor de la actividad económica. Además, es visto por numerosos países en desarrollo (ricos en recursos naturales) como una forma de subirse al tren del progreso. Es cierto, el turismo puede convertirse en una pequeña tabla de salvación para determinadas comunidades que se encuentran con dificultades para competir en otros ámbito, pero siempre que el modelo que se aplique sea un modelo de turismo responsable que beneficie a todos los implicados y no sólo a unos cuantos.
Un turismo más responsable implica un viajero consciente de su actuación, que quiere disfrutar plenamente su viaje, pero sin dejar una huella negativa a su paso por los mundos que visita. Sin embargo, también implica la necesidad de que las administraciones públicas y empresas de los destinos adopten también unas prácticas que minimicen los impactos negativos del turismo y maximicen los positivos.
A partir de ahí podemos hablar de viajes más responsables y de turistas que se convierten en viajeros para disfrutar plenamente su experiencia al tiempo que benefician las comunidades que visitan, ya sea realizando actividades de sol y playa, ecoturismo, turismo cultural o cualquier otra modalidad vacacional.
turismo solidario y sostenible
asociación tierra, agua y sol