El cambio climático no es una posibilidad que pueda ser marginada por el mundo empresarial. Ya no. "El calentamiento global del planeta es un reto que sólo puede ser superado si todas las empresas empiezan a invertir lo necesario para integrar plenamente el concepto de sostenibilidad en su gestión, sobre todo aquellas cuya actividad genera mayor número de emisiones tóxicas", según diferentes organismos nacionales e internacionales. También puede contemplarse como una oportunidad para abrir nuevas líneas de negocio, como es el caso de las energías renovables o el tratamiento de residuos. La toma de conciencia de algunos empresarios se refleja en el hecho de que la consultoría en medioambiente ya factura cerca de 450 millones de euros. Eso sí, la mayoría parece no haberse enterado de lo que ocurre y sigue igual. La humanidad se enfrenta a uno de los mayores desafíos desde los orígenes de su creación: salvar a la naturaleza de su autoextinción, de la que el hombre es, en gran parte, también responsable. Si bien es cierto que se trata de un reto que deben asumir todos y cada uno de los ciudadanos, el papel de las empresas es clave en el éxito de esta contienda. "O se empieza a poner remedio ahora o las generaciones que vendrán se encontrarán con un planeta herido de muerte", afirma el ambientólogo Arnau Caral, asesor en cuestiones medioambientales de importantes compañías españolas.
En opinión de Llorenç Serrano, responsable de Medio Ambiente de CC OO en Cataluña, "existen sectores respetuosos con la naturaleza que a medio plazo van a generar enormes beneficios, como la aeronáutica, la energía solar y eólica, el biocombustible o el tratamiento de residuos". Según un reciente informe, estos mercados crecerán a nivel mundial hasta los 130.000 millones de euros en 2015. "Los empresarios que antes corrijan el rumbo de sus negocios o decidan invertir en sectores más limpios son los que van a lograr los mayores beneficios", añade Alejandro Cortijo, director de la consultora medioambiental IIMA y de la oficina de Ecosecurities en España. A su juicio, de las 1.000 instalaciones energéticas que deberían estar reduciendo emisiones solamente el 10% ha asumido dicho compromiso. "El resto todavía no ha comprendido que cuanto más pospongan lo que tendrían que estar haciendo, más difícil lo van a tener para sobrevivir como empresa: el tiempo pone a cada uno en su lugar", concluye.
En su opinión, "no se trata de plantearlo en términos morales, sino como una seria amenaza para nuestra propia supervivencia económica". Según las conclusiones del informe Stern, encargado por el Gobierno británico el pasado otoño, para comenzar a paliar los efectos del cambio climático se necesitaría invertir el 1% del producto interior bruto (PIB) mundial. En caso de no hacerlo, la factura global que habría que abonarse entre todos los países se multiplicaría por 20. De hecho, "la humanidad ya está pagando, y muy caro, su falta de sensibilidad por los efectos que genera su frenética y antinatural existencia sobre el medio", lamenta Caral. Como consecuencia de numerosas catástrofes naturales, como el huracán Katrina, el año 2005 batió todos los récords de tragedia y destrucción: más de 112.000 personas murieron ese año y los daños provocados generaron pérdidas de unos 187.000 millones de euros, de los que 80.000 tuvieron que ser reembolsados por el sector asegurador, según datos de la reaseguradora Swiss Re. La Organización Mundial de la Meteorología achaca este drama a un ciclo cálido, que se prolongará durante los próximos 20 años. Pero también señalan a la presencia humana como una de sus principales causas. Sea como fuere, lo que sí se sabe con certeza es que la última década ha sido la más caliente desde 1860. En orden a poner freno a esta escalada de temperaturas, Naciones Unidas impulsó en 1992 el Protocolo de Kioto, cuyo objetivo es reducir las emisiones de gases contaminantes -como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) o el óxido nitroso (N20)- un 5% durante los años 2008-2012. Se estableció que el compromiso sería de obligatorio cumplimiento cuando lo ratificasen los países industrializados responsables de, al menos, un 55% de las emisiones de CO2. El acuerdo entró en vigor en 2005, después de la ratificación por parte de Rusia en noviembre de 2004. Estados Unidos todavía no lo ha ratificado; a su Gobierno le parece "injusto" no incluir desde el inicio a países emergentes como China e India. Fruto de esta norma, España cuenta con una ley que desde 2005 regula el régimen del comercio de derechos de los gases que generan el cambio climático. Y parece que funciona. Sólo un año más tarde, las emisiones de CO2 del sector eléctrico se redujeron el 7,8%, y eso que la producción creció el 3,5% durante ese mismo periodo de tiempo.Para que esta pequeña victoria sea el primer paso para ganar la guerra contra el cambio climático, el informe Stern ha elaborado una serie de recomendaciones generales para todas las empresas. Entre éstas, destaca "la reducción de la demanda de bienes y servicios intensivos en emisiones; la mayor eficiencia que a su vez puede reportar ahorro económico para las compañías; y la utilización de tecnologías más bajas en emisiones de carbono para fines de alumbrado, calefacción y transporte".
Negocios más 'limpios'
En opinión de Llorenç Serrano, responsable de Medio Ambiente de CC OO en Cataluña, "existen sectores respetuosos con la naturaleza que a medio plazo van a generar enormes beneficios, como la aeronáutica, la energía solar y eólica, el biocombustible o el tratamiento de residuos". Según un reciente informe, estos mercados crecerán a nivel mundial hasta los 130.000 millones de euros en 2015. "Los empresarios que antes corrijan el rumbo de sus negocios o decidan invertir en sectores más limpios son los que van a lograr los mayores beneficios", añade Alejandro Cortijo, director de la consultora medioambiental IIMA y de la oficina de Ecosecurities en España. A su juicio, de las 1.000 instalaciones energéticas que deberían estar reduciendo emisiones solamente el 10% ha asumido dicho compromiso. "El resto todavía no ha comprendido que cuanto más pospongan lo que tendrían que estar haciendo, más difícil lo van a tener para sobrevivir como empresa: el tiempo pone a cada uno en su lugar", concluye.
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