Consumir cocaína aumenta la propensión al alcoholismo. Un estudio realizado por varios centros españoles ha registrado que un 67% de los cocainómanos desarrolla dependencia de la bebida
Que la cocaína y el alcohol forman una pareja muy bien avenida se sabía. Ahora un estudio ha puesto las cifras necesarias para determinar hasta qué punto ambas drogas se alimentan mutuamente. El trabajo, publicado en ‘Journal of Clinical Psychiatry’, certifica que el 67% de los consumidores de cocaína participantes en la investigación desarrollaron dependencia del alcohol, cinco veces más que aquellos que bebían pero no esnifaban.
El riesgo de mezclar ambas sustancias es aún mayor en hombres que en mujeres. Los cocainómanos acreditaron un riesgo de alcoholismo 12,3 veces superior que aquellos que no consumían esa droga, mientras entre las cocainómanas el riesgo era 7 veces mayor.
En la investigación han tomado parte el Instituto de Neurociencias de San Joan d’Alacant (CSIC-Universidad Miguel Hernández), el Centro de Salud Ambiental de Retiro (Madrid) y el Hospital Universitario 12 de Octubre (Madrid).
El estudio se hizo con 481 pacientes que habían sido identificados como bebedores de riesgo (aquellos que toman más de cinco cervezas o dos copas de licor al día) en el transcurso de visitas a centros de atención primaria. Se dividieron en dos grupos: los que además de beber esnifaban polvo blanco y los que se limitaban a las copas.
Cuatro años después, dos de cada tres individuos del primer grupo (67%) eran alcohólicos; entre los bebedores, sólo el 13,6% había alcanzado tal condición. Además, se comprobó que “los diagnósticos relacionados con la impulsividad aumentaban el riesgo de dependencia alcohólica en varones mientras que los trastornos afectivos lo hacían en mujeres”.
Estos resultados puede aplicarse sobre todo a “las estrategias preventivas que podrían implantarse en la atención primaria”, explica Jorge Manzanares, del Instituto de Neurociencias San Joan d’Alacant. A su juicio, sería importante que los trabajadores sanitarios “no solo detectaran a los bebedores excesivos”, sino que, si además consumen coca, “se les hagan las recomendaciones necesarias y un seguimiento para evitar el desarrollo de la dependencia”.
Además, dado que la investigación confirma la influencia de la impulsividad y los trastornos afectivos, es importante contar con las herramientas para detectarlos y llevar a cabo terapias farmacológicas y psicológicas adecuadas.
El informe 2007 sobre drogas de Naciones Unidas indicaba que España tiene la mayor tasa de consumo de coca del planeta, con un 3%, seguida de cerca por Estados Unidos (2,8%). En el caso del alcohol, el último sondeo del Ministerio de Sanidad estima que la proporción de bebedores de riesgo ha bajado del 5,5% de 2005 hasta el 3,% del año pasado.
El consumo de polvo de coca se concentra más en varones de entre 15 y 34 años y está ligado al ocio y el esparcimiento. También beben más ellos, aunque las cifras de las mujeres se han ido acercando en los últimos años.
Que la cocaína y el alcohol forman una pareja muy bien avenida se sabía. Ahora un estudio ha puesto las cifras necesarias para determinar hasta qué punto ambas drogas se alimentan mutuamente. El trabajo, publicado en ‘Journal of Clinical Psychiatry’, certifica que el 67% de los consumidores de cocaína participantes en la investigación desarrollaron dependencia del alcohol, cinco veces más que aquellos que bebían pero no esnifaban.
El riesgo de mezclar ambas sustancias es aún mayor en hombres que en mujeres. Los cocainómanos acreditaron un riesgo de alcoholismo 12,3 veces superior que aquellos que no consumían esa droga, mientras entre las cocainómanas el riesgo era 7 veces mayor.
En la investigación han tomado parte el Instituto de Neurociencias de San Joan d’Alacant (CSIC-Universidad Miguel Hernández), el Centro de Salud Ambiental de Retiro (Madrid) y el Hospital Universitario 12 de Octubre (Madrid).
El estudio se hizo con 481 pacientes que habían sido identificados como bebedores de riesgo (aquellos que toman más de cinco cervezas o dos copas de licor al día) en el transcurso de visitas a centros de atención primaria. Se dividieron en dos grupos: los que además de beber esnifaban polvo blanco y los que se limitaban a las copas.
Cuatro años después, dos de cada tres individuos del primer grupo (67%) eran alcohólicos; entre los bebedores, sólo el 13,6% había alcanzado tal condición. Además, se comprobó que “los diagnósticos relacionados con la impulsividad aumentaban el riesgo de dependencia alcohólica en varones mientras que los trastornos afectivos lo hacían en mujeres”.
Estos resultados puede aplicarse sobre todo a “las estrategias preventivas que podrían implantarse en la atención primaria”, explica Jorge Manzanares, del Instituto de Neurociencias San Joan d’Alacant. A su juicio, sería importante que los trabajadores sanitarios “no solo detectaran a los bebedores excesivos”, sino que, si además consumen coca, “se les hagan las recomendaciones necesarias y un seguimiento para evitar el desarrollo de la dependencia”.
Además, dado que la investigación confirma la influencia de la impulsividad y los trastornos afectivos, es importante contar con las herramientas para detectarlos y llevar a cabo terapias farmacológicas y psicológicas adecuadas.
El informe 2007 sobre drogas de Naciones Unidas indicaba que España tiene la mayor tasa de consumo de coca del planeta, con un 3%, seguida de cerca por Estados Unidos (2,8%). En el caso del alcohol, el último sondeo del Ministerio de Sanidad estima que la proporción de bebedores de riesgo ha bajado del 5,5% de 2005 hasta el 3,% del año pasado.
El consumo de polvo de coca se concentra más en varones de entre 15 y 34 años y está ligado al ocio y el esparcimiento. También beben más ellos, aunque las cifras de las mujeres se han ido acercando en los últimos años.
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